jueves, 28 de octubre de 2010

I+D ¿Cuba?

I+D, ¿Cuba como ejemplo?

Generalmente, aparecen los actuales sistemas de investigación que están estrechamente ligados a una competitividad que en algunas ocasiones aterra y cabe la posibilidad de que en algunas ocasiones su función final sea claramente dudosa. No se tratará, a mi modo de ver, de conseguir tan sólo la generación y obtención de tecnologías perceptibles, que se materializan en equipos, maquinaria, materiales de diversa índole, sino también deberá considerarse la opción de integrar a estos usos técnicos los modos de proceder en el ámbito de lo social, lo político, lo histórico, lo cultural.
Esta larga trayectoria de estrecha unión entre el desarrollo de las ciencias y de la Humanidad no ha seguido una línea recta. Se ha manifestado a través de una difícil evolución acumulativa, a saltos, y de modo bastante espontáneo y desigual. Ha sido, ante todo, resultado de la confrontación de las fuerzas sociales de diferentes Estados, durante además, muy extensos períodos.

En un marco como el actual, de creciente privatización y monopolización del progreso científico técnico por un pequeño número de países, se reduce a la mínima expresión los grados de libertad para la elección y el acceso a ese proceso de desarrollo e investigación.
Más aún, la investigación y creación científicas, son sirvientes del mercado, tienden a responder, casi exclusivamente, a los intereses de los consumidores ricos. En 1998, más de 95% de la tierra plantada con cultivos transgénicos se encontraba en América del Norte y Europa. De los gastos en investigación y desarrollo, relacionados con la salud a escala mundial, sólo 0,2% se destinó a la neumonía, las enfermedades diarreicas y la tuberculosis, pero a éstas correspondió el 18% del total de las enfermedades (PNUD 2001).

El desarrollo de las ciencias constituye uno de los principales logros históricos, pero también, un medio fundamental para el desarrollo humano en su más amplio alcance. A pesar del enorme impacto de los avances y aportes de las ciencias a la civilización, hoy, son protagonistas de generar grandes riquezas monopolísticas, las cuales tapan sus ojos en cuestiones sobre el bienestar social.

Una sociedad equitativa que logra, mediante su sistema distributivo, indicadores de servicios sociales y de consumo universales en etapas de lento crecimiento de los indicadores productivos --como el Producto Interno Bruto-- o, incluso, en etapas de su estancamiento o disminución, debe al propio tiempo, para sustentar e incrementar la justicia social, hacer crecer sus indicadores productivos, hacer crecer la producción de bienes y servicios.
Un ejemplo de ello podría ser el esfuerzo que se realiza en Cuba respecto a esta última cuestión. En materia de ciencia y tecnología, el país es colocado en la etapa más actual de la evolución histórica de los indicadores de ciencia y tecnología. Las transformaciones económicas y tecnológicas se inician en 1959, de un pasado deplorable para llegar a una etapa de mayor institucionalización a mediados de los 70. A partir de 1989, el desarrollo económico fue afectado severamente por la desaparición del campo socialista y los efectos que ha ocasionado el bloqueo que sufre el país, pero han sido, precisamente, los logros científico-tecnológicos, los que han permitido enfrentar las dificultades surgidas desde entonces.
La concepción de la estrategia científica-tecnológica cubana parte del supuesto básico de que el crecimiento contribuye al desarrollo, siempre que sus resultados se transfieran a la población y a su pleno desarrollo humano.

La ciencia, el desarrollo, la investigación, es un logro social, un crecimiento propio del ser humano, un producto que parte de nosotros mismos, y como tal, en teoría, debería generar el progreso del ser humano hacia un mayor bienestar.
En estas condiciones, el progreso científico y tecnológico no puede constituir un fin en sí mismo, sino un medio para promover el desarrollo humano equitativo y digno de una sociedad.

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