miércoles, 13 de octubre de 2010

Interacción de actualidades que son noticia

La reducción del gasto social para reducir déficit es una simplificación. Así se nos presenta: Se asimila la economía mundial a la doméstica más elemental. De esta sencilla manera podemos ver como, si gastamos mucho, no podemos pagar nuestros préstamos, así que tenemos que ahorrar, dejar de gastar. Es tan lógico, coherente y comprensible, que es difícil no creerlo. No obstante, ahí fuera, tras los sólidos muros de nuestro hogar, hay todo un mundo financiero que no es, ni de lejos, tan sólido.
Así, bien lejos de nuestra casa -¿o no tanto?- nos encontramos con Moody’s. Conocemos que se trata de uno de esos ojos que, parece ser, todo lo ven y lo saben. Oráculo de este sistema frágil, recientemente, Moody’s ha vuelto a “saber” que la Deuda Pública española se ha depreciado. Es, pues, menos fiable y, por tanto, más cara. Y no nos sorprende. Constantemente, en este mundo nuestro, se pone precio al dinero, se crean ficciones de ficciones.
Quizás sería bueno hacer un pequeño ejercicio de lo que un antropólogo llamaría “extrañamiento”. Miremos las cosas como si nos fueran ajenas, extrañémonos ante ellas. Puede que, así, aprendamos algo sobre su esencia: ¿Qué es el dinero? Es, en su mayoría, un montón de papeles y anotaciones que deciden el “valor” de las cosas. ¿Y qué es el tipo de un préstamo? Pues es, en definitiva, un conjunto infinito compuesto de más papeles y más anotaciones que, una vez más, vuelven a decidir el “valor” de otra cosa, esta vez del propio dinero. ¿Así que ese tal “Moody’s” ha decidido lo que “vale” aquello que decidió lo que “valían” las cosas? ¡Fantástico! … Casi no tengo VALOR para asumir todo esto.
Pero ahí no acaba todo, aún hay más. Resulta más importante pagar esa ficción al cuadrado que procurar el bienestar social de una población. Así que reducimos gasto social, que ahora es más caro pagar nuestra Deuda. Extrañémonos un poco de nuevo: ¿Qué pasa si las prestaciones sociales se reducen? Que los ciudadanos tienen que costearse, de un modo directo, servicios que necesitan. Ahora esos servicios adquieren un “precio” (término, por cierto, preferible a “valor”, menos VALORATIVO, si se me permite). Pero es que estamos hablando de servicios necesarios, de los que no podemos prescindir. ¿De dónde sacaremos dinero para pagarlos? De nuestro trabajo, claro. Ahora necesito más el dinero, de forma más dramática, ahora estoy dispuesta a aceptar emplearme a menor precio. Ahora, la que se ha depreciado soy yo. Puesto que los salarios -como coste variable que son- están en condiciones de reducirse con mucha más facilidad, pues voy a aceptarlos de igual modo ya que dependo de ellos de una manera más esencial, es inevitable que bajen. Supongo que, a estas alturas, está claro que VALGO menos.
Pero nada de esto parece importar o, al menos, no parece que se vea mucho dinamismo para poner soluciones. En parte, supongo, porque VALEMOS menos. En otra parte, estoy segura de ello, porque hemos perdido la noción de lo que Lo Político es. Ni siquiera nos molestamos en buscar herramientas de lucha política, social, económica. Total, ¿para qué? Es cierto, el panorama ante nuestros ojos es desalentador, empezando por los propios partidos políticos, que podrían haber sido esa herramienta necesaria. Hoy se han convertido en estructuras monstruosas infectadas hasta casi sus cimientos por sus luchas internas de poder, controlados de manera jerárquica y casi castrense por sus élites y facciones, DESVALORIZADOS.
Aunque no es algo esto que debiera sorprendernos. Al fin y al cabo, solo hay que echar una mirada a nuestra historia para darnos cuenta de que esa jerarquía, plasmada en autoritarismo, se ha venido dando durante siglos a escala nacional. Contamos con poco más de 30 años de “democracia”. Pero esa es solo una de las facetas que explican nuestra desafección política. Y la burocratización y caciquismo de los partidos otra más. No son suficientes, no lo explican todo.
Y es que, bien mirado, los grupos sociales que, tradicionalmente, han contado con poder de lucha, como los mineros, siguen en boca de todos. La tradición, el pasado de nuevo. ¿No es posible que volver tanto la vista atrás termine provocándonos un esguince cervical? ¿No será, a lo mejor, preferible reciclar a esos trabajadores y dejar pasar, de una vez y para siempre, la era del carbón de mala calidad y la contaminación ambiental? ¿Qué fue de las energías renovables no contaminantes que tanto prometían allá por los años 90 cuando todos hablábamos de ellas? ¿Por qué hemos de seguir confiando en estructuras del pasado para solucionar los problemas del presente? ¿Qué nos impide construir herramientas nuevas?
¿Qué es la Realidad? ¿Qué es Verdad? Deberíamos plantearnos si el mundo está compuesto de valores que valoran los valores del valor, o de las personas y sus entornos. Puede que así empecemos a darle la vuelta a las explicaciones simplificadas que tratan de asimilar nuestras familias al mundo financiero globalizado. Quizás, entonces, encontremos, solo en parte, la manera de darle también la vuelta a ese mundo financiero globalizado desde nuestras volteadas familias, volteando nuestras herramientas.

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