jueves, 7 de octubre de 2010

Una educacion enferma

Reflexión 1 (S.E.M.) – Una educación enferma

Viendo la educación que tenemos en España cuesta creer que esto sea un “logro” de la socialdemocracia. Si bien es cierto que las posibilidades de cursar han dejado ser privilegio de una élite y se ha extendido a toda la población, precisamente, uno de los factores del declive en la calidad educativa ha sido esa misma ventaja: una masificación de la educación. Si bien podemos decir que los estudios (y especialmente los universitarios) son un foro para el cuestionamiento de las ideas preconcebidas y el debate, parece que el sistema educativo actual no logra la génesis para darse tales circunstancias, es decir, conseguir la motivación del alumno a que “investigue” por su cuenta. Lo único que está consiguiendo la educación actual es, más bien, crear una especie de “ejército socio-ideológico”, homogéneo (casi uniformado), en donde ya no hay una creación de una identidad propia diferenciada de cada uno individualmente considerado, sino que las diferencias entre todos cada vez son más reducidas. Casi asusta pensar que lo escrito por Aldous Huxley pudiera tener una aplicación real, pero es que tendemos a eso.
Unida a la masificación de la enseñanza hay que añadir los límites económicos a los que está expuesta. Que Estados Unidos tenga la mejor formación universitaria (en líneas generales) de todo el mundo no algo casual, sino fruto de una gran inversión en educación e innovación (I+D+i), que en definitiva es el verdadero futuro de las sociedades. Intentar educar con un cierto nivel de exigencia a 100 alumnos por clase (si no son más) no sólo requiere un coste significativo en recursos económicos (equipos, materiales, etc.), sino también en recursos docentes y humanos, tanto en planes adecuados a tal capacidad como equipos de profesorado que busquen una mayor personalización de la enseñanza en cada uno de los alumnos. Esto es algo que por supuesto en España no se da con mucha frecuencia, y menos si vamos a las instituciones públicas, lo que provoca dos efectos perniciosos de cara a la estabilidad del Estado. Primero, no se generan profesionales adaptados al tiempo que corre, ya que mantener una docencia con tan pocos recursos para tanta gente implica sólo una salida: imponer la educación (el corta-pega intelectual), de tal forma que no evoluciona el pensamiento científico y, si este evoluciona, es interferido por elementos ajenos a la educación, tales como empresas o instituciones privadas que limitan el conocimiento a los ámbitos que están acordes a sus fines propios, lo que conlleva que no avance la sociedad, ni material ni intelectualmente. En segundo lugar, la no personalización de la educación conlleva necesariamente una falta de motivación a la investigación y fracasos educativos, debido a las dudas no resueltas que el alumno pueda tener sobre un tema en concreto y que le generen “lagunas” de conocimiento que le impidan superar las materias (más bien los exámenes, a los cuales me referiré ahora), provocando un coste execrable a las arcas del Estado, que tiene que volver a financiar las matrículas del alumno hasta que supere los estudios.
Por otro lado, reducir la evaluación de todos los conocimientos adquiridos por el alumno a una hora y media de examen es un sistema, no sólo injusto, tanto por el hecho del esfuerzo del alumno como en su posterior calificación subjetiva por el profesor, sino obsoleto, ya que, en una sociedad donde el Conocimiento está a un alcance accesible e inmediato para toda la población, es difícil entender que sea necesario para los profesionales “engullir” las materias aprendidas para reproducirlas en el futuro profesional. De hecho, si algo es común a los profesionales universitarios es que cada uno ha tendido hacia las áreas del conocimiento que le han interesado (bueno, los que pueden…), y la mayoría de conocimientos adquiridos en la carrera resultan inútiles para su aplicación en la vida diaria. Bien es cierto que no quiero afirmar que tenga que desaparecer una base teoría “global”, pero debería fomentarse la participación del alumno y su independencia educativa/investigadora, y no someterle a pruebas de nivel inútiles y cuya calificación puede llegar a ser totalmente arbitraria por el profesor.
En definitiva, sólo se requieren dos mejoras, aunque determinantes, en la educación española: uno, la educación debe tratar a los alumnos como personas y no como números, es decir, es necesario entender las inquietudes intelectuales de cada alumno individualmente considerado y facilitar la investigación propia de cada uno, eso sí, sin caer en un individualismo educativo que impida la formación del alumno en el verdadero sentido del ámbito universitario: la construcción de una identidad compartida. Dos, es necesario invertir más recursos en la educación (humanos, materiales y fiscales) y limitar los excesos tanto de profesores (su intolerancia, su injusticia) como de los alumnos. En estos últimos, sería aconsejable establecer una serie de exigencias para poder proseguir con su formación, por ejemplo, la superación de una serie de créditos por año o la presentación de una serie de investigaciones (serias, no trabajitos de diez hojas) por año académico, pero todo ello teniendo en cuenta las circunstancias personales de cada uno.

1 comentario:

  1. Todos los puntos que tocas deberían ser más tenidos en consideración, y son de gran importancia no sólo para evaluar el ¿dónde estamos? en el sistema de aprendizaje, sino lo que podríamos hacer para avanzar en un mejor sentido. Gracias y un abrazo, Roberto Carballo

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