miércoles, 13 de octubre de 2010

Luces y sombras

Prólogo: Luces y sombras de mi paso por la Universidad

En primer lugar he de decir que yo jamás hubiera creado un blog por voluntad propia, así en plan espontáneo. Sé que el resto de mi generación trasladó su vida social a Internet hace tiempo, pero yo en ese momento debía de estar a otras cosas. Es que en realidad… soy de otra época (mentira, pero justifica la decoración del blog). Esto lo hago porque lo pide el profesor. Bueno, no sé si lo pide o lo sugiere pero el fondo es el mismo. Que iniciativa propia… pues no es. Pero tampoco me voy a poner ahora quisquillosa, que lo mismo esto me abre los ojos y empiezo a ver las posibilidades de Internet. Por otra parte, supongo que esa es la intención.

En fin, que la primera entrada va a resumir lo bueno y lo malo que yo he encontrado en los tres años que llevo en la Universidad. Y en dos facultades diferentes. Resulta que yo no creo en el sistema educativo, por experiencia y también por motivos ideológicos. Y las personas que de verdad se creen lo que se dice de él suelen darme mucho miedo.

Desde mi punto de vista se aplicaría la siguiente máxima: “¿Tener un piano te hace pianista? No. Pues tener un título no te hace… bueno, no te hace nada”. Todos se echan las manos a la cabeza porque la gente no sale formada de la Universidad, y demás. Si nos ponemos estrictos, tener una carrera es sinónimo de haber aprobado unos exámenes y/o trabajos. Y eso no implica necesariamente haber adquirido un conocimiento profundo de tu especialidad. Lo que quiero decir es que me parece muy ingenuo pensar que en ocho meses (como mucho) de… Estructura Social Contemporánea, o de cualquier otra materia, puedas salir de clase hablando con el aplomo de… qué sé yo, Erik Ollin Wright, por ejemplo.

Yo lo único que espero del sistema universitario es encontrar buenos o relativamente buenos profesores que me proporcionen alguna de estas tres cosas: 1.Líneas básicas de pensamiento. 2. Una buena bibliografía. 3. Herramientas para comprender. Lo demás es cosa mía o nuestra, y creo que esa es una de las principales diferencias entre las carreras de letras y las de ciencias (aunque puede que esté equivocada).

Y en ocasiones he encontrado estas tres cosas, lo que me ha hecho sentir muy satisfecha y agradecida: A la profesora que me enseñó a comprender un libro, al que me enseñó a exponer un argumento, a la que me enseñó a escribir un artículo, al que me enseñó a despedazar y comprender un texto, a los compañeros con los que he debatido y discutido también… Retrospectivamente, ahora me siento más capaz que hace tres años, en muchos sentidos.

Ahora que también me encontrado cada personaje que… para echarles de comer aparte (o como dice un amigo mío, para NO echarles de comer). Tuve una profesora que llegaba, ponía diapositivas y después… francamente, ni me acuerdo. Era tan monótona que desconectaba. Tedioso. Aburrido. Que si dijeras “Bueno… vaya tostón. Me voy a otro lado” pues todavía tendría un pase. Pero no. Ahí tenías que aguantar tu hora y media de diapositivas para firmar el papelito y que no te suspendiera por la asistencia. Vamos a ver, eso es una estafa clarísima. Obligas a la gente a ir a clase para poder despreocuparte de hacer sesiones interesantes y poder matar a las ovejas de aburrimiento.

Ya no somos niños, somos adultos. Que en ocasiones, pues no lo parece. Si ya lo sé… Pero lo somos. Y a mí, particularmente, que me persigan con la hoja de asistencias o con los trabajos semanales no me motiva lo más mínimo. De hecho, a veces tengo pesadillas con eso. Me motiva salir de clase y tener la sensación de haber comprendido algo nuevo.

A ver, que los estudiantes tampoco nos libramos. Que también tenemos cada cosa que… Recuerdo que en mi primer año una chica me preguntó si Lenin era comunista o anticomunista. Así, sin doble sentido ni nada. El año pasado había una pintada en el pasillo del sótano que decía “El profesor bosteza y tú lo apuntas y preguntas si entra para examen”. Y tenía mucha razón. Que pensamos que sentándonos en clase las horas correspondientes, como si fuéramos figuritas, el conocimiento nos va a venir por ciencia infusa. Y si no viene… pues tampoco nos importa, para qué engañarnos.

¿Qué haría yo para solucionarlo? Está la solución obvia: acabar con el sistema que ha convertido la Universidad en una fábrica de precarios en serie (y de psicópatas competitivos, que también los hay). Pero veo que mi idea tiene relativamente pocos partidarios… una lástima. Como veo que mi idea por el momento no va a materializarse, estaría bien empezar por sacar a la Universidad de la miseria. Deprime, y a la vez da mucha risa, que un profesor te diga que no dan el programa en papel porque no hay dinero para fotocopias. Y estar en un acto, que se raje el techo y empiece a caer agua, ya es una cosa fuera de serie.

Y luego… pues estamos los profesores y los estudiantes, sin más. Que lo mismo si hacemos un esfuerzo por no caer en las dinámicas francamente mediocres que se nos presentan constantemente, dejamos esto un poco más arreglado de lo que estaba cuando entramos. Y si para eso hace falta crear un blog… pues qué remedio.

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