sábado, 8 de enero de 2011

DIALÉCTICA Y RETÓRICA

DIALÉCTICA Y RETÓRICA

Con las consideraciones de Sweezy y de Marx rondándonos, podemos acercarnos a pensar que el ataque moderno a la retórica, su consideración como algo a descartar por acientífico, da lugar a la sospecha de ella de forma más o menos explícita, y al consiguiente intento de vaciado de pasiones de todas las cosas que sean sociales, y que sean científicas. Esto supone, irremediablemente y cada día, el remplazo de las opiniones deliberativas particulares (subjetivas) en favor de las supuestas certezas ofrecidas por la autoridad pública pertinente (que se ofrece en su falsa objetividad). Sin que se nos permita, entonces, emplear la retórica como complemento del razonar lógico para lograr ser capaces, gracias a ella, de entender las razones detrás de las emociones.


Pero es la retórica, como arte de la persuasión, mucho más. Es parte esencial de la política. No se nos olvida cómo, para Hanna Arendt entre otros, la violencia y el mandar en vez del persuadir eran formas pre-políticas para gente al margen de la polis griega. Mientras, la deliberación a través del decir eran lo propio de las ciudades.
Llegados a este punto, podemos entender que el ataque a la retórica se hace por considerar a los ciudadanos incapaces de razonamiento propio, en parte, como seres inestables y contradictorios que no saben o no pueden razonar con validez democrática. Pero hay algo más: Si con la dialéctica se llega a supuestas verdades eternas y al control de la realidad y, se nos dice, a su predictibilidad, entonces se está vaciando a la realidad de su tragedia, de la imposibilidad de control del destino, se está encumbrando la razón omnipotente[1] y se está afirmando la posibilidad de conocer verdades absolutas y controlar el mundo... ¿como si fuéramos grandes dioses infalibles?
El caso es que tal concepción de la política como ciencia objetiva y aséptica, alejada de sí misma, ha supuesto la  desvinculación del individuo subjetivo de ella, así vista como grandiosa, externa y, además, violenta sin, de todas formas ,ser ni parecer tal cosa en ningún caso ni para nadie.

De manera que, para enfrentarse al papel pasivo del ciudadano, pues, como mero espectador, podemos plantearnos la relevancia de las pasiones como necesidades para el juicio. Así que convendría, quizás y además de ello, abrirse al estudio también del foro interno, de la ciudad interior que todos poseemos, de aquellos espacios públicos internos en los que no rige el principio de unidad aristotélico, pero a los que los foros externos se encuentran vinculados, como proyecciones suyas. Y todo ello gracias a que “la teoría política comienza a darse cuenta de que la ciudadanía sobre la que reflexiona no se reconoce en ella”[2].
Así las cosas, se hace pertinente la búsqueda de otras concepciones teóricas que permitan profundizar en la democracia desde sus raíces más hondas. Es en esa búsqueda que nos podemos topar con el razonar trágico de Fernando Fernández-Llébrez, pero sobre todo nos encontramos con la certeza de que es necesario, hoy más que nunca, la existencia de un verdadero coraje cívico. Solo de esta guisa podremos entender y practicar la isegoría tal como la entendía Hanna Arendt, dotando de prestigio a los demás para permitir el paso de pedazos de vida de unos a otros y que se pueda llegar a alcanzar la verdadera libertad.
Sin olvidar el reconocimiento de la imperfección como algo inherente a lo humano, insuperable, que nos muestra como la armonía total no puede existir en manera alguna y que nos enseña, igualmente, como está dotada de sinrazón, falsedad y mentiras, una concepción violenta y avasalladora del mundo que, de puro omnipotente, encierra los peligros más atroces. Así, podemos permitir ahora la entrada, también, de la melodía, en la que cabe el dolor como nutriente de la vida, catalizador de la creación, que da fuerza a la teoría política y a la democracia como artificio creativo.
De manera que la filosofía política[3] buscará la verdad en las cuestiones relativas a la justicia de las normas. Encontrando, quizás, la existencia de una ciudadanía compleja en que la plasticidad democrática observe y acepte las tensiones existentes sin buscar omnipotencia en la Tierra y permitiendo la entrada de la retórica y del arte del decir y el conmover al otro, en lugar de hacer uso de los poderes ejecutivos de la mente que violentan para lograr objetivos. Se aceptará, entonces, quizás, la complejidad de lo subjetivo y de la multiplicidad existente haciendo presentes facetas de la vida que, de todas formas, no podemos negar, para reconocer límites y aceptar la contingencia de lo humano.



[1] Fernando Fernández-Llébrez: Pensamiento trágico y ciudadanía compleja: crítica a la razón omnipotente. Foro interno: anuario de teoría políticaISSN 1578-4576, Nº. 1, 2001 ,
[2] Jorge Loza-Balparda: SeRie DoRaDa, Una defensa de la retórica y el juicio. Foro Interno. 2010, 10, 137-154 iSSN: 1578-4576
[3] Raquel Pérez Márquez: “El Proceso” de Kafka desde la retórica. Foro Interno 2007, 7, 93-121 ISSN: 1578-4576.


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