miércoles, 5 de enero de 2011

Rosa de los vientos.

Rosa de los vientos.

Poder como relación, posesión, capacidad, probabilidad, poder político, económico o militar, en definitiva, un concepto que todos desean y, al alcanzarlo, tratan de incrementar o como mínimo conservar.

¡La conservación! Un ejemplo muy interesante del espíritu de conservación lo constituye el modo en que se efectuó la transición española desde la dominación autoritaria. El desequilibrio de poder del cual surgió, junto con la continuidad simbólica que representaba el rey, hicieron posible un alto grado de continuidad material y personal con los grupos previamente identificados con el régimen de Franco y que ocupaban posiciones claves en su aparato estatal, como por ejemplo las fuerzas armadas, el poder judicial, los servicios de inteligencia, la policía, las diversas burocracias nacionales, los gobiernos provinciales y municipales. Las garantías ofrecidas a la clase política franquista y a los poderes de hecho dieron como resultado una transferencia fragmentaria y parcial de las lealtades de un régimen a otro. Un sector del grupo dominante anterior se integró en el nuevo régimen a través de AP y de UCD en particular.
¡Seguían siendo los mismos! Unas reformas más, un dictador menos, pero todos en el mismo puesto, abrochados con cinturón al asiento de diputados listos para despegar a la siguiente aventura, la “democracia”. Pero nuestro amor por la tradición y la conservación va más allá, se retorna hasta prácticamente el siglo XIV con la Casa de Alba, el infantado de Medina-Sidonia y de Béjar o los marqueses de Cuéllar, algunos de ellos presentes aún hoy en día en alguna que otra tertulia "rosa".

No es de extrañar, entonces, que nos cause un profundo pesar desprendernos del carbón, caro y de baja calidad, que potencia la posición de poder y la riqueza de algunos de los nuestros, de los de siempre, de los tradicionales, Victorino Alonso, que ha absorbido y fusionado en Uminsa los grandes nombres de la minería berciana del siglo XX y Manuel Lamelas Viloria, dirigente de Alto Bierzo S.A. Un carbón escasamente competitivo cuya inevitable extinción el presidente Zapatero, tirando de nostalgia, raíces y millones, ha tenido que prorrogar hasta 2014, cuando su fecha prevista de finalización era diciembre de este año, a través del plan español de ayuda al sector del carbón. Este plan supone que las centrales térmicas españolas que consuman carbón nacional  volverán a recibir las ayudas públicas, incentivos económicos, que previamente habían sido suprimidas, como es la compra de la electricidad que produzcan a un precio fijo. El acuerdo alcanzado permite que las cuencas mineras de Castilla y León recuperen una cierta tranquilidad después de las movilizaciones de los últimos meses y la suspensión del pago de los salarios a los trabajadores de los grupos de Victorino Alonso y Viloria.

Ante semejantes sinsentidos surge la interesante pregunta, ¿Qué hay detrás de las decisiones que toma un gobierno?
Un sistema político a través de los outputs que emita desde las instituciones que lo constituyan debe, en primer lugar, respetar las normas o reglas del juego, y, en segundo lugar, distribuir de manera obligatoria los valores predeterminados sobre los que ese sistema se asienta. En nuestro caso, el título preliminar de la Constitución de 1978, en el artículo 1.1 establece como valores superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, además de declarar la existencia de un Estado social y democrático de derecho.
A primera vista, no parece que sean esos valores los que inspiren las políticas sociales o económicas de nuestro gobierno ni tampoco que España pueda clasificarse como Estado social y democrático de derecho o como un Estado que intervenga a fin de controlar el proceso económico y obtener de él recursos para financiar una acción social que asegure derechos y servicios públicos de acceso universal para toda la sociedad. Ahora bien, en el caso de que lo hiciese, ¿de dónde sacaría el dinero necesario?
Desde luego, una buena parte procede de los impuestos pero los gobiernos gastan a menudo mucho más de lo que consiguen con los impuestos de sus ciudadanos, y por eso se ven obligados a pedir prestado o emitir deuda soberana que será comprada, en su mayoría, por grandes firmas bancarias como el Banco Santander o el BBVA.
Es evidente que los banqueros internacionales que han prestado centenares de millones a los gobiernos de todo el mundo disponen de considerable influencia en las políticas de esos gobiernos, monopolios en bancos estatales, recursos naturales, concesiones petrolíferas o transportes. Gobiernos en manos de entidades financieras a las que poco o nada interesan los servicios públicos de acceso universal, el que tenga dinero que los pague, como hacen ellos.
Esto es, ni Estado social, ni democrático ni, apurando, de derecho.

Dentro del juego de la deuda pública, las agencias de calificación financiera son entidades “independientes”, es decir, independientemente de la verdad darán las opiniones más favorables para el mejor postor, que se ocupan de valorar la solvencia presente y futura de una institución que emite cualquier activo financiero, para ofrecer un cierto nivel de garantías de que esa empresa será capaz de afrontar el pago de los intereses, bonos o cupones y la amortización del capital principal en el momento pactado. Estas valoraciones sirven para atribuir un nivel de riesgo a las posibles inversiones y potenciar la compra de determinada deuda y la marginación de otra.De esta manera, Moody’s, ha castigado duramente la calidad crediticia de España o Grecia, sin penalizar la deuda de Estados Unidos, el epicentro de la crisis. Así, ha rebajado la nota de la calidad crediticia del Estado español de AAA, la máxima solvencia, a Aa1, lo que sigue indicando un nivel alto de garantía pero nos avisan, cuidado, hay que reducir, ¿el qué? El Déficit, ¿cómo? recortando el gasto, de donde sea, ahora bien, la minería ¡intacta!. Bien, entonces, de las políticas sociales, a pesar de que España ha sido, en los últimos años, uno de los países de la UE que menos ha gastado en protección social. Reducción de pensiones, reforma laboral, menos ayudas a la educación, interesante aumento de tasas universitarias, entre otras. Así la necesidad de trabajar dónde sea y en cualesquiera condiciones aumentará y el margen de beneficio por los bienes producidos también, podremos seguir perpetuando las relaciones de poder que nos persiguen desde allá por el siglo XV.
      Y, amigo, a LOS JÓVENES, en su mayoría, NO LES INTERESA LA POLÍTICA. Con diversos entretenimientos, medios masivos o shows televisivos, se mantienen ocupados(una preocupante mayoría),al margen, sin pensar demasiado en la realidad y, mucho menos, en la realidad política. La tragedia de Belén Esteban y su divorcio, Gran Hermano y su millón de ediciones o la magnífica serie Física o Química son su realidad y ni siquiera se plantean el ir más allá...

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