jueves, 13 de enero de 2011

Gobernar y Gestionar

Gobernar y Gestionar

Con el presente ensayo breve, pretendo indagar, aunque sea de manera superficial, en las diferencias entre Gobernar y Gestionar.

Para comenzar, partimos del supuesto de que, en ciertas situaciones, se logra una mayor eficiencia en la misma si ésta es llevada a cabo u organizada por un ente supraindividual, capaz de planificar y de llevar a cabo dichos planes.

Así, por ejemplo, tenemos que las corrientes económicas más ultra liberales señalan que sería más eficiente que cada banco emitiese su propia moneda y que el valor del dinero se determinara en el libre mercado. Sin embargo, vemos que hoy día ningún estado se pliega a dicho precepto, sino todo lo contrario: se estima que es más eficiente que sea un estado centralizado el que se responsabilice de dar valor a la moneda oficial del territorio (esto permite que un país pueda devaluar su moneda para hacer frente a la inflación en tiempos de crisis).

Entonces, a partir de esta idea de mayor eficiencia en la gestión a través de un organismo más grande, vamos a tratar de indagar en qué se difiere gobernar de gestionar.

El problema surge de la tendencia actual a evaluar un gobierno por su gestión y no por su gobierno. Entendemos que gobernar procede de la tradición marinera de dirigir un barco hacia su destino. Según la RAE, gobernar es mandar con autoridad, dirigir algo. Por otro lado, gestión se refiere a la acción de gestionar, pero también a la acción de administrar. Administrar sí es sinónimo de gobernar. Sin embargo, nos centraremos en el significado de gestionar en sentido lato, que consiste en “Hacer diligencias conducentes al logro de un negocio o de un deseo cualquiera” (según, nuevamente, la RAE).

Entonces, tenemos que quien gobierna tiene autoridad (poder, legitimidad) en aquello que realiza, mientras que alguien que gestiona, no tiene por qué. Si concebimos la gestión como una serie de pasos encaminados hacia la consecución de un fin (acción teleológica), entonces el gestor se pliega a un procedimiento ya creado; es decir, la gestión está relacionada con la tecnocracia. Si bien el tecnócrata buscaría la solución más eficiente por encima de cualquier ideología, ya Horkheimer señala en “Teoría Tradicional y Teoría Crítica” que es imposible desvincular cualquier proceso de producción de teorías de alguna forma de ideología, caso extrapolable al desarrollo de técnicas.


La idea general es que gestionar consiste en seguir unos pasos ya creados previamente. Dichos procedimientos siempre tienen alguna forma de ideología subyacente y, si seguimos a Marx, dicha ideología es la ideología de la clase dominante. Así tenemos, que gestionar consiste en plegarse a lo establecido por la clase dominante. En términos prácticos, esto quiere decir que se tiende a evaluar los eventos en términos de problemas estándar ya predefinidos por el plan gestor. Es decir, entra en juego la performatividad (crear una realidad al nombrarla): se construye la realidad en términos de problemas resolubles mediante las soluciones ya creadas de antemano; y esto, en el mundo capitalista, significa que todo problema que afecta a la sociedad (lo que el capitalismo concibe como sociedad, más bien) se intenta evaluar en términos económicos para ofrecer soluciones afines; así, en el contexto actual tenemos, por ejemplo, que para solucionar el paro, el objetivo es incrementar el PIB, o que para incrementar el PIB, hay que reducir el déficit y el gasto público. Dicho de otro modo y en pocas palabras: el gestor tiene las soluciones y sólo necesita detectar (construir) los problemas. En este punto se hace evidente el sesgo que comporta un poder ejecutivo que se dedica a gestionar: no se concibe como problema aquello para lo que no existe una solución ya establecida; simplemente, se obvia.

Este defecto en la gestión (la cuál no queda invalidada, sino reducida a un ámbito concreto: el de resolver problemas ya identificados) no sería preocupante si el poder ejecutivo optara por el gobierno. Si partimos de que gobernar es dirigir y tener autoridad (un gestor no tienen autoridad, puesto que no crea soluciones, sólo las aplica) tenemos que el gobernante tiene, por un lado, un mayor grado de flexibilidad (puede crearse sus propias herramientas) y, por otro, deja cabida a otras ideologías más allá de la dominante, lo que permite ampliar el campo de detección de problemas.

La idea de gestionar, en conclusión, tiene semejanza con la idea del “martillo de oro” (las soluciones disponibles son la panacea). En pocas palabras: el gestor posee un martillo y "Cuando tienes un martillo, todo te parecen clavos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario