lunes, 29 de noviembre de 2010

“Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento” (Montesquieu)

“Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento” (Montesquieu).

Comentario de los textos de Pensar la Guerra y Cuando entra en escena El Otro, de Umberto Eco (Sociología Política).

Lo grande empieza siendo pequeño, o lo que es lo mismo: piensa global, actúa local.
Ésta es la perspectiva con la que Umberto Eco, filósofo y escritor italiano nacido en 1932, desarrolla su escrito Cuando entra en escena El Otro (capítulo cuarto de su ensayo Cinco escritos morales, publicado en 1997). En este texto, lo pequeño es el hombre como ente físico pero, dada su “naturaleza” social, éste se sirve de instrumentos psicosociales para desarrollarse en plenitud, siendo el más importante de todos ellos la proyección de la Comunidad en la que se recoge.

Son muchos los teóricos que han abordado el estudio del hombre social y, la gran mayoría de ellos, coinciden en la peligrosidad del “estado salvaje” del hombre y de los beneficios del Pacto Social con el que forja esa Comunidad Política. Para ello se sirve de todo un aparato legislativo con el que regula las relaciones interpersonales entre los miembros de la Comunidad, los cuales se benefician del reconocimiento de su integridad y del de sus propiedades, a cambio de someterse en igualdad de condiciones a ella (ésta es la teoría que no tiene por qué coincidir con la práctica). Cada Comunidad Política tiene una forma propia de príncipe o gobierno, que tiene que desarrollar una Religión Laica para fortalecer su moral en el sentido durkheimiano, es decir, para fortalecer los lazos que unen a sus individuos.

Así, de lo pequeño: el hombre, pasamos a lo mediano: la Comunidad, que es lo que protagoniza el segundo escrito de Eco: Pensar la Guerra (primer capítulo de su obra ya dicha). En este texto se centra en establecer una analogía entre las guerras actuales y pasadas, y en describir cuáles son los medios e instrumentos que marcan  las dinámicas de tales guerras.
Si bien es evidente que las guerras, tanto las pasadas como las presentes, se desarrollan entre diferentes Estados (al menos en apariencia), en donde se recogen diferentes individuos que ven al enemigo como ese Otro generalizado, creo que la clave de este texto es un error que comete el propio Eco. Éste considera que en las guerras presentes, las comunidades que se recogen en cada Estado no fortalecen su cohesión ante la proyección de un enemigo, argumentando que las nuevas tecnologías facilitan la visión de la crueldad que se comenten en ellas y la deshumanización del Otro (esencial para justificar el uso de la violencia) no surte efecto dada la capacidad empática del ser humano.
Es cierto que con las nuevas tecnologías podemos desplazarnos a la región en conflicto sentados en nuestros confortables sillones, incluso podemos ir al mismo campo de batalla desde esos sillones y ver la muerte, es decir, podemos poner rostro a la muerte. Pero pienso que ello solamente debilita momentáneamente la agresividad institucionalizada en los contendientes. La prueba es que durante las elecciones presidenciales de 2004 en los Estados Unidos, saltó a los mass media un video de Osama bin Laden en el que amenazaba a este país y nombraba a John Kerry (rival de George W. Bush) para dar credibilidad a la amenaza en sí. El resultado de tales elecciones fue una victoria de Bush en la inmensa mayoría de los Estados de la Unión, reeligiendo el pueblo americano bajo la influencia del miedo a su líder tan varonil para continuar con su “guerra contra el terrorismo”. Con esto yo me pregunto ¿dónde está la debilidad moral al poner rostro a la muerte?
Si bien en las guerras pasadas se enarbolaba la integridad moral del catolicismo o del islamismo para apropiarse de plazas de posesión con las que dinamizar el comercio, actualmente estamos inmersos en la expansión de la nueva religión: la libertad y la democracia a través del patriotismo, con la que se persuade a las masas para alcanzar unos fines concretos: el beneficio personal, ya sea para obtener votos y ocupar o mantener los puestos de toma de decisión, ya sea para abrir a las empresas a nuevos mercados y facilitarlas el acceso a nuevos recursos.

En este punto ya entramos en lo grande: la Comunidad Global.
Eco quiere convencer de la inutilidad y peligrosidad de una nueva Guerra (enfrentamiento directo y absoluto entre las grandes potencias) y llama a los intelectuales para que aceleren la autoproclamación de un nuevo Tabú: laGuerra es contraproducente porque todos estamos en el mismo bando: la Tierra.
Dada esa necesidad del individuo en reconocer al Otro para salvaguardarse a sí mismo en las Comunidades Políticas, si se agranda la escala, es necesario que las diferentes Comunidades Políticas se reconozcan entre sí para garantizar sus propias supervivencias a través de una Comunidad Global, la cual no se cohesione solamente a través de la cultura universal del consumismo, sino a través de una Religión Laica Universal que transmita valores de fraternidad a toda la humanidad.
Pero, sinceramente, desconfío de la proyección de esta hipotéticaComunidad Global como panacea a la Guerra  porque, si bien todas las guerras se sustancian en la deshumanización del Otro, y bajo esa Comunidad Global no habría Otro al que deshumanizar porque se deshumanizaría laComunidad entera, no sería la primera vez en la Historia que una Comunidad Política entra en guerra consigo misma para autodestruirse… y lo digo como español.

No hay garantías de que una Comunidad Global perdure respetándose a sí misma.

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