miércoles, 10 de noviembre de 2010

Problema de imágen, de sistema o la fábula del héroe.

Problema de imágen, de sistema o la fábula del héroe.


Ha pasado una semana desde que el Presidente más mediático del mundo, Barack Obama, fuese a recoger las notas de su examen parcial en lo que los medios americanos bautizaron como “la decisión”.
Resultados que se esperaban con la misma intensidad con la que el público americano ve una sitcom, sabiendo el resultado prácticamente de antemano. Sin lo mediático que supone el derroche presupuestario de una campaña general pero con la importancia de la mayoría como ingrediente principal en escena, es el partido republicano y su constante ramal del Tea Party quién se ha llevado los aplausos finales.
Nada que no sepamos desde las últimas semanas pero, siendo un aviso importante para el demócrata: ¿qué se ha castigado realmente en Obama?
Sin todavía llegar a los dos años de presidencia efectiva podemos enmarcarle en un contexto prefabricado de crisis económica y financiera que amordazó sus pretensiones y su infinito y dibujado discurso. “El cambio ha llegado a los Estados Unidos” era la frase con la que fue investido y que llegó a colmarle para los políticos más conservadores de un socialismo peligroso para un país como el americano –disculpen mi risa-. Un cambio, ¿a nivel de relacionarse internacionalmente? ¿En mejoras sociales y a pequeña escala? ¿Con más cuidado en el interior que en la proyección del way of life? ¿O porque ya no siempre ganarán los mismos que siempre se llevan todo?
Preguntas todas con la respuesta que los datos meramente empíricos y detallados en estos dos años de legislatura se han podido recoger y que demuestran cómo en realidad el marketing que la marca “change” realizó se ha visto maniatado por el mismo juego con el que participaron en el juego de la política. 

El contexto manda y las reglas eran las mismas: cuestión de imagen ante crisis financiera. Hace dos años se vendió una imagen definida. Obama era un presidente nuevo, rompería con las relaciones de poder que nos han llevado –o que nos llevaban, en ese momento-, a una situación de descontrol financiero alarmante. Nuevo color para el mando de un país que podía oler a rancio y que movilizó dólares y más dólares en publicitar al nuevo Mesías que guía a un pueblo hacia su enraizada génesis.
Igual que toda marca comercial con un amplio margen de maniobra publicitaria (nunca hay que olvidarse de la privacidad del capital que recibe un candidato en campaña) pudo encontrar sus beneficios en un gran apoyo no local, sino global: un mundo harto del ambiente de guerra de su presidente anterior participaba en las elecciones sabiendo que quizá partiendo de ellos, el futuro del mundo se definiría en los próximos meses. Y la economía caía, el mundo quizá empezaba también a caer. El sistema y su sistema se desplomaban y el que iba a cambiar el mundo se encuentra con que en realidad sólo puede mantenerlo.
Así pues surgieron problemas que exigían –los mismos problemas, claro- ayuda, protección e intervención. El sistema de autorregulación no era capaz de regularse y lloraba porque el gobierno metiese mano. Obama no lo dudó y participó en el rescate de su país. Un país que en ese momento inició una espiral de gas y mierda al resto del mundo, pero que propició que cada país evidenciase las diferentes taras en su confección. 

Así hemos podido ver diferentes paquetes de estimulación de la economía (se hablan de cifras en torno a los 814 billones de dólares con curiosas recuperaciones como General Motors) o de intentos de diferentes reformas financieras que establecen un nivel de juego para Wall Street que intente evitar la situación a la que hemos llegado (aunque esto me recuerda a un comentario que pude leer hace un tiempo del humorista PJ. O'Rourke: «Cuando el comprar y el vender están controlados por la ley, la primera cosa en ser comprada y vendida son los legisladores.»)
Y más y más medidas que han provocado que un presidente que había ganado por la imagen de héroe del cambio y un presidente que había conseguido frenar la caída de grandes empresas –pese a su torpeza- con la participación del Estado termine en unas elecciones de noviembre sin respaldo de los que le compraron la marca y sin respaldo de los que habían sido salvados meses antes.
Hace unos días pude terminar el libro en el que Kapuściński narra de forma paralela sus vivencias en distintos viajes con los que el mismo Herodoto realizó en nuestra occidental génesis sin poder pensar en otra cosa de cómo el mundo ha evolucionado tan poco desde que Darío tuviese un primogénito como Jerjes. Quizá es por ello por lo que al ver a Obama con el camino cerrado por sus dos lados y quizá muerto de su propia imagen (y de su mismo sistema: la promoción de los valores que siempre han mantenido los republicanos) me viene a la cabeza la fábula de Esopo sobre el héroe:

“Un hombre tenía la estatua de un héroe en casa a la que ofrecía constantes y costosos sacrificios. Como gastaba mucho y sin cesar, el héroe se le apareció y le dijo: <<Pero ¡hombre! Deja de dilapidar tu hacienda, pues si te haces pobre por habértela gastado toda, me echarás a mí las culpas

No hay comentarios:

Publicar un comentario