jueves, 18 de noviembre de 2010

FIGURAS EN LAS NUBES

FIGURAS EN LAS NUBES

Hoy…
No nos queda ilusión
y los sueños se pudren.
Hoy…
Ya no veo figuras
si miro a las nubes.
Escuchar canciones que hablan de viejos bares con olor a serrín puede hacernos recordar aquellos tiempos en que pensar soluciones no era cosa de locos. Y puede hacernos, quizás, sentirnos un poco fuera de este mundo.


Con frecuencia, últimamente, aquella canción me penetra en las entrañas. Y yo la dejo, cierro los ojos, y me mareo. Es un acto conscientemente pasivo de naufragio. Luego vuelve la lucidez y la memoria, y miro el mundo de los vivos: Seres grises, incluida mi propia alma, que no sabemos qué pensar, ni de qué discurso apropiarnos, y que ni siquiera nos importa. Somos muchedumbres enteras las que nos adentramos en la oscuridad luminosa de los neones incandescentes y nos dejamos amasar por los monstruos del mercado que, como gigantescos buitres, acechan las cunas indefensas de los pequeños ciudadanos que aun no han crecido.
Parece insensata la certidumbre con que el consumidor masivo penetra en la pasividad más sórdida mientras se deja convencer por el marketing y el hormigón de que la única vida posible es la que se vende al por mayor. Resulta imposible elaborar un discurso que no venga en tetrabrik y, mientras el Universo entero siga creyendo que nada es gratuito, seguirá siendo imposible hasta ver las Verdades de las Tautologías, que de puro evidentes casi son impronunciables: Salir del “no hago nada porque nada vale de nada” con el “nunca pasa nada si no haces nada nunca” no resulta posible y nos hace tartamudear, sordos y ciegos, tambaleantes. Como si la locura fuera realidad y la vida entera no fuera más que un burbujeante anuncio antes de las campanadas.
Parecen sueños las nubes, lo solido se vaporiza y el humo lo cubre todo. No sabemos la diferencia entre las verdades, las mentiras, los engaños y las ventas a gran escala. Pero es que todo da absolutamente igual, el rencor, el dolor, la mentira y el odio forman parte de nuestra existencia en dieciséis novenos y, mientras haya treintaidós pulgadas en las que reflejarnos, no necesitaremos preocuparnos por el ser humano que, total, se ha vuelto mucho más etéreo que la bolsa de Tokio.
Apáticos, desanimados, deprimidos, desolados, abatidos, desalentados, hundidos, grises, monótonos: Despolitizados. Sin pensar lo común ni buscar soluciones, sin construir futuro, sin recordar el pasado ni cuestionarnos el presente. En perpetua competencia por el rojo más brillante con la vida que no puede por más que ser una lucha incesante, que nos agota y nos vence, que nos machaca.
La pérdida de ilusiones, la pérdida de ideas. Ilusionados idealistas aquellos que osamos pensar que otro mundo es posible. Ilusas las ideas de los que nos negamos a seguir viendo figuras al mirar a las nubes.
(Gracias a los Platero y al rock&roll por seguir haciendo que la sangre hierva.)

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