lunes, 29 de noviembre de 2010

GUERRA

GUERRA

Indagando sobre el horror de la guerra, una no puede evitar pensar en esa famosa frase de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra…pero es que son muchas más de dos!. Parece mentira que tras el convulso siglo que comienza con la liberación (a sangre y fuego) de las colonias americanas, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa, que culmina en las dos Guerras Mundiales y la inescrutable Guerra Fría, aún haya conflictos armados en pleno siglo XXI. ¿Qué nos lleva a la aniquilación de pueblos, etnias y naciones enteras de forma periódica? ¿Qué hay en la naturaleza humana que nos impulsa a destruir antes de poder construir algo nuevo y mejor?
Investigando un poco en teorías antropológicas nos encontramos a muchos defensores de la guerra como instrumento de control demográfico: ante un exceso del grupo de población integrado por hombres jóvenes en edad productiva, surge la necesidad de hacer una criba por medio de la lucha armada. Sin embargo, el profesor de la Universidad de Michigan Frank Livingstone, afirmó categóricamente que “al considerar que estos sacrificios solo ocurren aproximadamente una vez por generación, parece inevitable la conclusión de que no tienen efecto alguno en el crecimiento o tamaño de la población”. En la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, el número total de muertes provocadas por la guerra no superó el 10% de la población y un ligero incremento de la natalidad, unida a la disminución de la mortalidad infantil, palió sus efectos demográficos. La Guerra fría, por su parte, no causó bajas humanas, pero dio lugar graves repercusiones económicas. Todo esto nos lleva a pensar que la guerra en la Edad Contemporánea, no es una necesidad antropológica sino una cuestión económica y un hervidero de intereses creados.
  La industria armamentística ha dejado de ser un lobby o grupo de presión para ser un pilar en la economía de los países desarrollados. El G8, el club de los poderosos, obtiene un rendimiento económico reconocido por innegable de la proliferación armamentística en los países subdesarrollados y utiliza las llamadas “misiones de paz” como medios de control de daños y fuente de información para “regular” conflictos desde cómodos despachos perfectamente equipados. Cuando el asunto se les va de las manos, sacan de la manga la palabra mágica “genocidio” si están en África o “fundamentalismo”, si están en un país árabe y dan paso a los cascos azules de la ONU. Pero el beneficio económico ya se ha obtenido: la muerte tiene sus plusvalías si sabes gestionarla. 
Es difícil encontrar una solución al problema cuando nadie reconoce que existe, cuando se habla de motivaciones religiosas, de aspiraciones territoriales, de valores espirituales…es difícil frenar una idea, porque es intangible y, como tal, indestructible. Hasta que no reconozcamos todos (combatientes, instigadores y observadores) que la guerra es, hoy por hoy, un negocio, no se podrá erradicar. Tal vez la solución sea que los gobernantes de los países interesados recuperen esa práctica de los amerindios que habitaban el sur de Alaska,la Columbia Británica y el actual estado de Washington: cuando dos jefes se desafiaban, medían su poder por medio de una práctica de “despilfarro histérico” conocida como POTLACH (descrita por el antropólogo Marvin Harris en su libro “vacas, cerdos, guerras y brujas”) consistente en destruir más riqueza que el rival para demostrar poder, ganar seguidores y avergonzar al adversario; algunos llegaban a quemar su propia casa!. Al menos así se conseguirán dos cosas: la destrucción solo alcanzará a quien la provoque y la guerra respetará la mayor riqueza de este esquilmado planeta, la vida humana.

1 comentario:

  1. Siempre, en todos los tiempos, la guerra ha sido un gran negocio, por la rapiña que implicaba e implica y por los suministros y tecnologías que utiliza ..... Guerra y negocio es .....algo paralelo.

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