martes, 21 de diciembre de 2010

Libros para compartir: Teoría de la Clase Ociosa, de Thorstein Veblen

Libros para compartir: Teoría de la Clase Ociosa, de Thorstein Veblen

¿Cómo hablar de un libro, sin hablar del libro (por el tema de los derechos de autor...) y que, aún así , resulte atractivo de leer? Aquí os dejo un intento de incitar a la lectura de un gran libro que no defrauda: Teoría de la Clase Ociosa, de T. Veblen.

Lo primero que me llamó la atención del libro es su extensión: 388 páginas. Esta longitud, que en principio podría parecer tediosa, resulta meticulosa y detallada y logra captar la atención del lector. A lo largo de estas páginas, el autor nos pasea por una gran cantidad de ejemplos de lo que constituye consumo ostensible, que es una de las peculiaridades de la clase ociosa. Esta cantidad de ejemplos, lejos de ser un intento de buscar justificaciones a la teoría, lo que muestran es el grado de aplicabilidad y de vigencia de la misma.

Si hubiera que definir la obra en pocas palabras, diría que el libro trata sobre cómo se ha gestado, a lo largo del desarrollo de la humanidad, una clase cuya única actividad consiste en adquirir prestigio mediante el consumo de mercancías. Dicha clase tienen como cometido no hacer nada, salvo dejar constancia, mediante el consumo, de que no hace nada. Me ha resultado, en resumen, una obra meticulosa que, en cierto sentido, sintetiza ideas de Marx y Weber con respecto a la articulación de la sociedad de clases, incorporando también ideas de Durkheim en relación a la división social del trabajo como origen de la susodicha clase ociosa (Veblen fue coetáneo de Durkheim y Weber)

Para Veblen, la clase ociosa es consecuencia de una división social del trabajo, que distingue entre trabajos “con prestigio” y trabajos “sin prestigio”. En este sentido, recuerda a la idea marxiana de que las relaciones de producción son las que establecen una infraestructura que determina la superestructura sobre la que se desenvuelve la sociedad. Por otro lado, una vez dentro de esta superestructura, lo que articula la sociedad de clases es el prestigio (teniendo en cuenta el trasfondo de relaciones de producción que parten de reservar ciertas actividades a ciertas personas). Esta idea, tomada de Weber, señala que no sólo el dinero es necesario para ocupar una posición respetable dentro de la comunidad (Weber señala que sería una confluencia de poder, prestigio y riqueza lo que determina la posición social). En este sentido, opino que Veblen logra articular ambas teorías en una sola: la teoría de la clase ociosa. Esta síntesis quedaría como sigue: una vez se ha asentado una infraestructura basada en la división social del trabajo, donde unos pocos se reservan ciertas actividades (que supone el germen de la apropiación de los factores de producción en épocas posteriores), dicha división social se materializa en una estructura de clases; clases que se jerarquizan en función del prestigio, teniendo en cuenta que no es sólo el dinero lo que otorga dicho prestigio, puesto que la clase ociosa ya parte de una posición en la que tiene riqueza o puede acumularla sin dificultades.

Lo siguiente que pasa a explicar el autor es cómo ha ido evolucionando la adquisición de prestigio dentro de las distintas sociedades. En resumen, se pasaría de realizar trabajos con prestigio en la era de los cazadores recolectores, que supondrían la realización de hazañas, a la búsqueda de trofeos de guerra que fuesen testimonio de dichas hazañas bélicas en una segunda etapa (la época bárbara); de ahí, se pasaría a la acumulación de riquezas como fuente del prestigio (en la primera etapa de la era industrial) para terminar, en la época actual, empleando el consumo como fuente del prestigio.

Indagando en los entresijos del libro, una de las cosas que más me llamó la atención fue el carácter implícito de la explotación a la que somete la clase ociosa a la clase trabajadora. Esto se refleja en la siguiente cita: “La clase ociosa vive gracias a la comunidad industrial más que dentro de ella”, que deja patente el hecho de que el ocio y el consumo de ciertas mercancías es coto exclusivo de una clase concreta.

Otra cita que deja constancia de lo mordaz y meticuloso del análisis de Veblen, y que resulta más anecdótica, es la referida al uso del bastón: “Desde luego, la práctica [de llevar bastón] es en gran medida algo que se usa entre la gente elegante; pero la base de los usos elegantes se funda a su vez en las proclividades de la clase que dicta las normas en cuestión de usos elegantes. El bastón tiene como propósito anunciar que las manos de su portador se emplean para una finalidad distinta del esfuerzo útil y, por lo tanto, tiene utilidad como demostración del ocio. Pero también es un arma, con lo cual se satisface una necesidad sentida por el hombre bárbaro. El manejo de tan primitivo y tangible instrumento ofensivo resulta muy grato para cualquiera que esté dotado de un grado, siquiera moderado, de ferocidad”. En esta cita, el autor señala que es la clase ociosa la que dicta normas con respecto a usos culturales (“usos elegantes”) y que dicha clase mantiene su carácter depredador de la época bárbara; pero también deja patente que la clase ociosa es aquella que tiene reservada ciertos trabajos pecuniarios (en la época actual, relacionados con la acumulación y el mundo financiero) diferenciados del trabajo industrial. Y lo más mordaz: el tener ocupadas las manos con un bastón es signo de que esas manos no están dedicadas al trabajo manual, sino a no hacer absolutamente nada.

Este carácter de “no hacer nada” de la clase ociosa, se refleja en hechos como las normas de etiqueta, los modales. Los modales (sobre todo, los relativos a normas de comida, protocolo, etc) son una actividad inútil, según el autor, en tanto que no producen nada; sin embargo, el dedicarse a aprender modales es una actividad que sólo se puede realizar si se dispone de tiempo para ello por estar exento de realizar actividad industrial y manual en general.

Por último, queda señalar la cuestión de género que se encuentra subyacente en toda la obra: la división social del trabajo sería el origen del hecho de relegar a las mujeres a ciertas tareas a las que se acaba señalando como tareas de poco prestigio (tareas de mujeres); además, el hombre habría convertido a la mujer, desde la época bárbara, en mero “trofeo” que atestiguaría el logro de hazañas bélicas (conquista de otros poblados). En la época actual, la mujer quedaría relegada a un segundo plano, como simple elemento testimonial del poder pecuniario del varón, que buscaría mujeres con ciertos rasgos físicos que dieran a entender que dicha mujer no se dedica (ni necesita dedicarse) a actividades físicas, estableciendo así el origen de los cánones de belleza actuales. Es decir, Veblen ya deja constancia, desde los años 20 del siglo pasado, de que la mujer está siendo instrumentalizada y relegada a un segundo plano por una mera cuestión de prestigio del varón, anulando así el desarrollo personal de la mujer, que quedaría sometida a una posición de sumisión frente al hombre.

En resumen, me ha resultado una gran obra que aporta unos cuántos conceptos, como clase ociosa, consumo ostensible, ocio vicario o consumo vicario, que son aplicables al contexto actual y que son reflejo de una estructura social en la que una mayoría está al servicio de unos pocos, para su uso y disfrute.

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