martes, 21 de diciembre de 2010

NO RESULTA INOCUO LO QUE ENTENDAMOS POR "SABER", ALGUNAS LECTURAS ACERCA DE LA CUESTIÓN



“Es ciencia cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales -métodos o técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”
J. Schumpeter, Historia del análisis económico.
Ello supone que, según G. Longo, la finalidad del conocimiento sea “descubrir las normas, o sea, las leyes del universo empírico que rodea al hombre”



De manera que ese conocimiento, así determinado como científico, se compone de tres aspectos:
1.       Mediante la ciencia se pretende describir y explicar la realidad,
2.       Pero sin salirse de ella, de manera que podamos comprender el mundo y su “materia”, que es la “realidad objetiva que existe con independencia de la conciencia humana y se refleja en ésta” (Lenin).
3.       Para que luego, gracias a ese conocimiento del mundo, podamos actuar sobre él, modificarlo, actuar.

Pero para G. Longo, pensamiento y acción, pese a estar ligados por la cognición, no pueden ejercerse de igual manera por iguales sujetos. Y es que el objeto de la ciencia, nos dice, debe ser la búsqueda de la verdad, y no de la utilidad, su objetivo no debe ser, en ningún caso, la acción. Aunque, reconoce, conociendo podremos actuar.
Además, y en esa misma línea, vemos como en los textos de G. Longo la praxis es de naturaleza eminentemente colectiva, mientras que la investigación no puede por más que ser individual. De manera que, siguiendo bajo igual argumentación, no se puede hacer a la vez ciencia y acción, porque, además, para investigar bien no debe, el científico, preocuparse de las consecuencias prácticas de su investigación.
No obstante todo esto, pensamos que merece cierto cuestionamiento la suposición sin peros de hacer a la investigación algo que es, en sí mismo, de carácter individual. Y es que suponer que un equipo o grupo no puede lograr resultados científicos puede considerarse, creemos, tan inexacto que llegue a ser falso. De igual modo, desdeñar el apoyo que de otras investigaciones hechas por otros científicos se obtiene en la propia, es hacer caso omiso de una de las realidades más poderosas que para hacer conocimiento existen.

Por otro lado, Manuel Sacristán ha dado en sus textos especial relevancia a lo que ha llamado una “concepción del mundo”: serían un conjunto de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, principios explícitos de la sociedad en que vive.
Según M. Sacristán, además, la filosofía, como contrapuesta a la religión, se va quedando sin ámbito de estudio en pro de la ciencia, que acaba con ella por varias razones: La ciencia predice, por un lado, y la ciencia da seguridad y mejores rendimientos debido a su intersubjetividad, por otro.
De manera que tenemos que la concepción del mundo se afirma sobre cuestiones que no son resolubles científicamente, mientras que el conocimiento intersubjetivo supone la posibilidad de las verificaciones y falsaciones empíricas y de argumentaciones analíticas, sean estas inductivas o deductivas. Así, llegamos a pensar que existe una concepción del mundo que toma el conocimiento científico como único conocimiento posible, antes, durante y después de cada investigación, creyendo ciegamente, con todo lo que de cuestionable ello tiene, en sus predicciones intersubjetivas.
La ciencia es, pues y para estas concepciones, el conocimiento supremo, por encima de todo lo demás: Gracias a ella se encuentra la explicación de los fenómenos de este mundo mediante la atención en otros fenómenos, también de este mundo. Este por sí y para sí de la naturaleza es lo que se ha venido llamando “inmanentismo”. Con él recuperaremos la verdad de las cosas mediante las cosas mismas, mediante una metodología dialéctica en que se eliminan los factores irracionales para explicar el mundo y se manejan relaciones de cariz cuantitativo, para reducir lo complejo hasta sus partes más homogéneas y, así, permitir plantear preguntas exactas para la formación de conceptos adecuados.
Solo de esta forma, entonces, lograremos explicar lo complejo mediante sus factores homogéneos que nos llevarán a la formación de leyes, de “totalidades concretas” (M. Sacristán).

Y si toda investigación, como expone G. Longo en sus textos, se desarrolla comenzando por una observación rigurosa de los hechos en que se han de seleccionar los más significativos y evidenciar las relaciones que los unen entre sí, posteriormente, podremos formular una hipótesis que explique coherentemente esos hechos. Resalta en este punto crucial de la investigación, a la hora de generar hipótesis que, no obstante lo inmanentista del invento científico, ahora, se nos dice, es necesario lo que se ha venido llamando “fantasía creadora”: que supone la capacidad del pensamiento para crear mentalmente imágenes subjetivas distintas de aquellas observadas en la realidad. (G. Longo)
De manera que las hipótesis, centrales en toda investigación científica, ya no vienen dadas por la realidad misma, y se hace necesario imaginar lo que la realidad no es para poder modificarla. Así que, es gracias a esa fantasía que el hombre puede, no solo reflejar la realidad, sino también conocerla y modificarla. Además, el científico hará uso de la intuiciónpara analizar las formas de la naturaleza más verosímiles o racionales.
Claro que no se nos escapa que, desde esta concepción en que el mundo se compone de fenómenos inmanentes de la realidad presente que se explican mediante sus relaciones con otros fenómenos también existentes en igual plano de la realidad, la aceptación de capacidades como la fantasía y la intuición para explicar el mundo desde la ciencia no terminan de resultar del todo coherentes, y parecen irse a planos más allá de la realidad misma que bien podrían acercarse a la transcendencia que tratan de no necesitar. Pues bien, el conflicto queda aparentemente salvado mediante su localización (la localización de fantasía e intuición) dentro de las características peculiares de la actividad nerviosa superior y, por tanto, propias de los animales más desarrollados. Y es que, además, ambas han de estar controladas por una lógica férrea y rigurosa. (G. Longo)
Hay, desde ahí, un siguiente y crucial paso: comprobar que las hipótesis se corresponden con la realidad contrastándolas con los hechos. Es decir, de la observación de la realidad hemos pasado a la creación de hipótesis y de éstas a la experimentación. Ello nos llevará a una nueva generación de hipótesis porque, así se nos dice, todo conocimiento científico es conocimiento inacabado en que la elaboración teórica y la búsqueda de hechos o, lo que es lo mismo, la conceptuación y el análisis, se complementan pero no coinciden y ninguna puede sustituir a la otra.
Pese a ello, los hechos siempre son la base de una elaboración teórica, lo que pasa es que, y esto es un punto clave, toda investigación se inicia con la formulación de una pregunta, lo que constituye ya un razonamiento, una teoría. Concepciones previas como estas nos llevan a la conclusión de que, para que esto sea real, el trabajo de un estudioso se integra siempre en la investigación colectiva ya que cada investigador usa teorías e hipótesis previas que son de otros y que se basan en hechos observados previamente por los demás. El camino dialéctico de la interacción de estudiosos y el sucesivo descubrimiento de verdades relativas nos acercan, pues, a la verdad absoluta. De manera que, pudiera decirse, en éste momento histórico, y en virtud de esa capacidad acumulativa del conocimiento dialéctico, nos encontramos, por ser el último de los momentos históricos, en la cumbre del conocimiento, sabiendo más nosotros que los sabios clásicos o los teóricos ilustrados… O eso pareciera desprenderse del enfoque que manejamos, pero profundicemos un poco más.
En toda verdad relativa existe siempre un fragmento de la verdad absoluta, se concluye, pero ya, y debido a ello, solo se buscan verdades relativas, pues son las únicas que pueden verse. De manera que, siguiendo este hilo argumentador, la verdad absoluta, por inalcanzable, importa menos o no importa.
De esta guisa vamos llegando a la concepción de que existe una evolución progresiva, lineal, cierta y necesaria de ideas y conceptos. Pero ello no es posible sin, y es en este punto muy importante, definir para qué se usan las palabras, qué conceptos encierran. Una vez hecho esto, y puesto que la verdad conocida nunca es absoluta, lo importante de la ciencia será proporcionar una visión cada vez más exacta, lo que solo se puede lograr, así visto, mediante la rigurosidad y certeza del método científico. El camino expuesto nos aboca al convencimiento de que lo fundamental en la ciencia es su método, la forma en qué esta se va creando.
Entendemos, entonces, que pierde peso el concepto porque cada investigador tiene que definirlo, y también lo pierde, en el fondo, la verdad porque siempre es relativa. Los hechos han de estar completados con fantasías e intuición, eso sí, pero no aceptamos su subjetividad para desarrollar un método científico. Y es que, al final, el método, la herramienta, termina por ser lo esencial de esta forma del saber.
La conclusión es que el instrumento generado para conocer, pero falseado con objeto de higienizarlo de la subjetividad de lo humano, es lo importante. El conocimiento es poco más que secundario.
Así que, en el mundo del 80/20 el conocimiento es acumulativo y, se supone, siempre se va a mejor. En la realidad que ensalza las democracias en su plena crisis conceptual, no caben las contradicciones ni los matices pues de lo que se trata es de la posesión, por el devenir de la historia dialéctica y su acumulación de conocimientos, de una totalidad de verdades que aunque parciales, son las únicas posibles.
Si bien el transcendentalismo con sus verdades reveladas que son absolutas por lo que de divinas tienen es inaceptable para cualquier concepción del mundo que se nos aparezca como admisible, el inmanentismo radical que a veces se ha defendido no deja de ser menos totalizador con la creencia ciega en que toda la verdad está frente a nuestros ojos y no puede escapar a ellos. Sería posible pensar que, tanto en uno como en otro caso, la verdad deja de buscarse, o por ser revelada y venirnos dada, o por ser inalcanzable pero estar presente.

Como decimos, Roberto Carballo nos expone que, pese a que la ciencia evidencia límites, también supone éxitos, así que termina por obtener para sí un culto cuasi religioso.

Y es que el sentido de la ciencia se materializa en varias cuestiones como su carácter histórico, por un lado, o el uso que de la ciencia se ha hecho como instrumento de dominación social, por otro. Podemos, en esta línea, observar como los científicos han sido, en muchas ocasiones, reaccionarios al cambio de paradigma, y como han usado un lenguaje que no es comprensible para la mayoría.
Así que, si la ciencia es acumulativa, ¿cómo puede ser que se reproduzca el sistema de dominación? ¿Cómo va a ser lineal el conocimiento si parte de “concepciones del mundo” e ideologías? Y es que, partiendo de que nunca se alcanzan verdades absolutas, volvemos a la concepción de G. Longo que prioriza el método como parte central del conocimiento científico. Pero sucede que el método es tan contingente e histórico como la propia ciencia, y las teorías que en cada momento se configuran. Así pues, por su historicidad, el conocimiento pierde importancia, pero no se entiende por qué la herramienta para obtenerlo, tan contingente como aquél, adquiere tal categoría de valor, sabiendo que él mismo también se impregna de ideología y eventualidad histórica.
Podemos, por eso, observar con R. Carballo, a lo largo de la historia, diferentes corrientes metodológicas según dónde sitúen el énfasis de las etapas del método científico, si en la descripción, la clasificación, la explicación o la verificación.

Concretando un poco, podemos encontrar en, por ejemplo, los textos deSweezy, como se matizan estas preocupaciones: Nos expone como, si las ciencias sociales estudian las relaciones entre individuos en sociedad, laciencia económica estudiará las relaciones sociales de la producción y distribución. Pese a que la economía ha eludido la investigación de las relaciones sociales que conciernen a los problemas económicos en no pocas ocasiones, ello le ha abocado a no poder aclarar el papel de lo económico, tampoco, en las relaciones sociales.
Podemos tomar así, con Sweezy, el método marxista como ejemplo de estudio científico: Es el método abstracto deductivo de las aproximaciones sucesivas. No obstante, el problema a examinar, también aquí, depende del investigador (el objeto depende del sujeto) aunque la metodología terminará por concretar lo que es esencial, los elementos fundamentales. Aun así, se evidencia una actitud ante la ciencia que se forma antes del inicio de la investigación concreta: La abstracción es poner de relieve lo esencial para hacer posible su análisis.
En Marx, entonces, podemos ver que el propósito de la abstracción esaislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva: Los resultados que se obtengan con alto grado de abstracción serán muy provisionales, susceptibles de ser modificados en siguientes pasos. Porque con menor grado de abstracción se tomarán en cuenta nuevos aspectos de la realidad.
Es decir, las suposiciones simplificadoras son abstracciones que tienen que tomar en su debida consideración el problema, eliminar las relaciones no esenciales y mantener aquellas que sí lo son.

Y es que el método científico supone que hay que partir de un acto cognoscitivo pre-analítico para posteriormente observar la realidad, luego habrá que hacer un ejercicio de inferencia inductiva que admita una abstracción, descripción y clasificación de elementos y realidades, para poder construir una hipótesis inicial. En este momento es cuando se puede dar paso al desarrollo deductivo, la purificación y elaboración de teorías (siempre provisionales) para, en un último (pero también provisional) momento, pasar a la contrastación intersubjetiva al comunicar (exponer) nuestras teorías a la comunidad en lenguaje formalizado, científico y con coherencia interna.
Un lenguaje éste que, necesariamente, ha de encontrarse en acuerdo con los científicos de la academia (lo que, de alguna manera, supone la aceptación de la definición desde estructuras de poder más o menos elitistas y asentadas), para intentar explicar lo mismo que ya se explicó mediante otros saberes mitológicos -intentar explicar la Verdad- partiendo ésta vez de la razón, y solo de ella (John Bernal), aunque se lleguen a admitir intuiciones (que no se sabe muy bien dónde colocar), y aunque se intente buscar el por qué de las cosas (Muguerza) que no es más que buscar sus fundamentos (y que, quizás, encuentren sus raíces en horizontes existenciales en parte metafísicos.)
Se termina, de esta manera, por generar una sistematización de convicciones (Bertrand Rusell) y por buscar una verdad que nunca se pretende alcanzar (Karl Popper) con lo que se escudriña, no sabemos muy bien con qué grado de importancia, hasta generar una suerte de supuesta “ideología objetivizada”, cuya concepción no deja de reproducir el peligro de creer objetivo lo que no lo es y terminar por uniformizar y totalizar, bajo estos parámetros, el mundo.

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