viernes, 3 de diciembre de 2010

"Cada pueblo tiene el gobierno que se merece" (Winston Churchill)

"Cada pueblo tiene el gobierno que se merece" (Winston Churchill).


COMENTARIO DE EL EXTRANJERO.
Lectura de “un libro cualquiera” y reflejo de su realidad social
(Sistema Económico Mundial).

Ni mamá ni yo esperábamos nada el uno del otro, ni de nadie por otra parte, […] ambos nos habíamos acostumbrado a nuestras vidas.

Introducción: El extranjero es una novela escrita en 1942 por el novelista, ensayista, dramaturgo y filósofo Albert Camus (1913/60), francés aunque nacido en Argelia, pues es hijo de colonos franceses que cultivan tierra argelina. Como intelectual, Camus simpatiza primero con el comunismo, pero por desencuentros con este movimiento, termina forjándose una ideología y una moral anarquistas, desde las que asume la realidad del mundo. Parte de esa interpretación de la realidad la refleja en El extranjero, donde Meursault, el protagonista de la novela y ciudadano medio con un trabajo y una vida “normales”, actúa desde la más absoluta apatía hacia las realidades que le rodean. Desde su actitud de “dejarse llevar por los hechos que en sí no tienen importancia”, se ve envuelto en un crimen, una detención y un enjuiciamiento marcados por la hipocresía de una sociedad que no se quiere reconocer tal y como es.


Resumen de la Primera Parte: La novela se divide en dos partes, estando la primera constituida por seis capítulos y la segunda por cinco. En la primera parte Meursault es informado de la muerte de su madre y se desplaza hasta el asilo en donde ha vivido sus últimos años. Reacciona con absoluta frialdad ante el hecho y en contraste con todos aquellos que conocían a su madre. A la vuelta a su casa en Argel continúa con normalidad su vida apática y se deja llevar por los acontecimientos que le empujarán a cometer un delito y a ser enjuiciado por ello.

El comienzo de la novela es, tal vez, uno de los comienzos más impactantes que se puede leer, y en él se describe con exactitud la personalidad de Meursault, el protagonista, aparte de presentarse el hecho indirecto sobre el que gira los futuros acontecimientos: Hoy ha muerto mamá. O quizá fue ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer (Capítulo I, Primera Parte).
Estas palabras lo dicen todo acerca del protagonista: un hombre apático, sin vitalidad ni ambiciones, que actúa por actuar, que se deja llevar por la situación, un hombre reservado que se guarda para sí todos sus pensamientos y sentimientos y, que a pesar de estar en la treintena, le da todo absolutamente igual y no tiene ningún proyecto ni aspiración en su vida.

Durante el velatorio y el entierro de su madre Meursault está más atento de los demás, de su cansancio (incluso llega a dormirse) y de los días de baja que de la pérdida de su ser querido. Cuando vuelve a su casa desarrolla su vida ermitaña con normalidad: Pensé que, después de todo, era un domingo menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a reanudar el trabajo y que, en resumen, nada había cambiado (Capítulo II, Primera Parte).
En el trabajo su patrón apenas se preocupa por el estado de ánimo de Meursault y, cuando pregunta por la edad de su madre, éste no lo sabe a ciencia cierta: alrededor de los sesenta (Capítulo III, Primera Parte). De vuelta a casa observa con indiferencia el comportamiento de sus vecinos: Salamano, un anciano que maltrata al perro con el que comparte su soledad y que cuando lo pierde se da cuenta de lo importante que es para él; y Raimundo, hombre joven que maltrata a la chica con la que mantiene una relación y del que se deduce que es proxeneta.
Es con el último con el que termina manteniendo una relación de “amistad”, siempre basada en su indiferencia propia: Me era indiferente ser su camarada y él parecía realmente desearlo (Capítulo III, Primera Parte). Amistad que se inicia cuando Raimundo le pide ayuda para redactar una carta de amor a la chica que maltrata y que le ha dejado, Meursault, desde su pasotismo, se compromete a redactar esa carta. Más adelante Raimundo le invita a pasar un fin de semana en la casa de la playa de un amigo suyo y Meursault va acompañado de María, antigua compañera de trabajo con la que inicia una relación de “amor” basada en su típico desinterés: Un momento después me preguntó si la amaba. Le contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste (Capítulo IV, Primera Parte); desinterés que vuelve a mostrar cuando ésta le pide matrimonio: María vino a buscarme por la tarde y me preguntó si quería casarme con ella. Dije que me era indiferente y que podríamos hacerlo si lo quería. Entonces quiso saber si la amaba. Contesté como ya lo había hecho otra vez: que no significaba nada, pero que sin duda no la amaba. <<¿Por qué entonces casarte conmigo?>> dijo. Le expliqué que no tenía ninguna importancia y que si lo deseaba podíamos casarnos (Capítulo V, Primera Parte).
Esta dejadez vital también la muestra cuando su patrón le ofrece trabajar en una nueva sucursal de la empresa en la capital de la República: París: Dije que sí, pero que en el fondo me era indiferente. Me preguntó entonces si no me interesaba un cambio de vida. Respondí que nunca se cambia de vida, que en todo caso todas valían igual y que la mía aquí no me disgustaba en absoluto. Se mostró descontento, me dijo que siempre respondía con evasivas, que no tenía ambición y que eso era desastroso en los negocios (Capítulo V, Primera Parte).
Cuando Meursault, María y Raimundo van a casa del amigo de éste, les persiguen un grupo de árabes que son familiares de la chica a quien maltrataba Raimundo. En la playa, Raimundo y Meursault se pelean con éstos, y Raimundo sale malparado. Meursault coge la pistola que éste llevaba para que no la utilice y, cuando sale de nuevo a la playa a pasear bajo el asfixiante sol, ve a uno de estos árabes que termina matando, tal vez empujado por la poca consciencia propia de alguien que está al borde de una insolación y que, además, da poca importancia a los hechos. Seguidamente es detenido y juzgado.


Resumen de la Segunda Parte: En la segunda parte de la novela, Meursault es privado de sus libertades civiles y ha de responder por el crimen que ha cometido. Esta segunda parte queda protagonizada por el juicio al que se ve sometido. Creo que este juicio es un recurso literario metafórico magistral con el que Camus refleja la sin razón e hipocresía de una sociedad que ha perdido el reflejo de su sensatez.

En su comienzo Meursault mantiene una entrevista con el juez de instrucción al cuál dice que si no es necesario que no quiere ningún abogado porque encuentra el asunto muy simple (Capítulo I, Segunda Parte). También se entrevista con el abogado al que le asignan y con el que muestra, nuevamente, su frialdad anteponiendo sus necesidades a sus sentimientos: Le expliqué que tenía una naturaleza tal que las necesidades físicas alteraban a menudo mis sentimientos. El día del entierro de mamá estaba muy cansado y tenía sueño, de manera que no me di cuenta de lo que pasaba. Lo que podía afirmar con seguridad es que hubiera preferido que mamá no hubiese muerto (Capítulo I, Segunda Parte). En una nueva entrevista con el juez de instrucción se muestra negativo ante la fe cristiana, y el juez lo interpreta como una falta de arrepentimiento pues no busca el perdón de Dios: <<Nunca he visto un alma tan endurecida como la suya, los criminales que han comparecido delante de mí han llorado siempre ante esta imagen de dolor>>(Capítulo I, Segunda Parte).
Ya en el juicio, desde el primer el punto de interés es la vida y actitud de Meursault en vez del momento del crimen, y éste se muestra indiferente ante el transcurso de los hechos, contestando con normalidad e indiferencia:Contesté que ni mamá ni yo esperábamos nada el uno del otro, ni de nadie por otra parte, y que ambos nos habíamos acostumbrado a nuestras vidas (Capítulo III, Segunda Parte). A medida que avanza el juicio crece el estupor, el rechazo y la repugnancia hacia Meursault ante su indiferencia, falta de arrepentimiento y de sentimientos hacia su madre, a quien ingresa en un asilo y no la llora con su muerte, y por el hecho de haber continuado con normalidad su vida tras su pérdida: <<Señores jurados: al día siguiente de la muerte de su madre este hombre tomaba baños, comenzaba una unión irregular e iba a reír con una película cómica. No tengo nada más que decir>> (Capítulo III, Segunda Parte). El Procurador (representante del Estado) alerta a la sala ante la falta de moral de Meursault y ante la peligrosidad de que pueda ser declarado inocente: <<No podríamos reprochárselo. No podemos quejarnos de que le falte aquello que no es capaz de adquirir. Pero cuando se trata de este Tribunal la virtud enteramente negativa de la tolerancia debe convertirse en la menos fácil pero más elevada de la justicia. Sobre todo cuando el vacío de un corazón, tal como se descubre en este hombre, se transforma en un abismo en el que la sociedad puede sucumbir>>(Capítulo IV, Segunda Parte).
El abogado defensor se centra en las bondades de Meursault y en la hipocresía de los asistentes: <<Me asombra señores>>, agregó, <<que se haya hecho tanto ruido alrededor del asilo. Pues en fin, si fuera necesario dar una prueba de la utilidad y de la grandeza de estas instituciones, habría que decir que es el Estado quien las subvenciona>>.
Pero esta defensa es poco convincente dada la poca pasión que pone el abogado, que está más preocupado de su actuación que de su convicción y del futuro de Meursault: El Tribunal suspendió la audiencia y el abogado volvió a sentarse con aspecto agotado. Pero sus colegas se acercaron a él para estrecharle la mano. Oí decir: <<¡Magnífico, querido amigo!>> Uno de ellos hasta pidió mi aprobación.
Finalmente Meursault es declarado culpable y condenado a la pena capitalen nombre del pueblo francés (Capítulo IV, Segunda Parte) y, dado los trámites institucionales es el último que entra a la sala y, por tanto, el último que se entera de su propio destino.
Mientras espera el indulto mediante la apelación, da importancia a cosas que antes no había dado: Oía el corazón. No podía imaginar que aquel leve ruido que me acompañaba desde hacía tanto tiempo pudiese cesar nunca(Capítulo V, Segunda Parte). En esta espera, a pesar de la insistencia del capellán en la conversación que mantiene con él, Meursault sigue sin buscar el perdón de Dios porque, a pesar de estar cerca de la muerte, tan solo cree en las certezas: Pero estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esta muerte que iba a llegar. Sí, no tenía más que esto. Pero por lo menos, poseía esta verdad, tanto como ella me poseía a mí (Capítulo V, Segunda Parte).
En sus últimas reflexiones, Meurseault se entristece de encontrarse sólo ante su muerte, soledad que le es dada por su indiferencia consigo mismo y con la gente que ha sentido algo por él. Pero al mismo tiempo, se reafirma de lo vivido, pues son las experiencias que han hecho de él quien es, y tiene el privilegio de revivir sus reafirmaciones felices ante su consciencia de su muerte próxima, igual que su madre cuando decide revivir el sentimiento del amor con un “amigo” del asilo.


Realidad Social

Con esta novela Camus advierte sobre el hombre que se está creando en una sociedad que al tiempo que fortalece la identidad individual, margina al individuo de la sociedad y de sí mismo debilitando toda moral comunitaria. Describe la premonición de una sociedad occidental desgarrada por los nacionalismos durante la IIGM (1939/45) y desmenuzada por la implantación y desarrollo del Capitalismo de Masas durante las décadas de 1950 y 1960, que sustenta al individuo en el confort y bienestar con el mínimo esfuerzo, al tiempo que fomenta la competitividad desenfrenada entre los más aptos, desuniéndolos y marginado aquél que no se motiva por el ánimo de superación estándar.
Meursault representa esa profunda apatía hacia una sociedad envuelta en unos valores artificiales, que no da importancia al contenido del discurso, sino a la estética del mismo. Apatía que se hiperboliza ante la reacción del protagonista tras la muerte de su madre, ante la posibilidad de contraer matrimonio o ante la consciencia de un juicio injusto.
Camus quiere reflejar esa carencia de valores del hombre que queda degradado al absurdo de su propio destino, pues ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre… Nada tiene suficiente importancia más allá de uno mismo, ni siquiera la búsqueda del sentido de la existencia en Dios. La felicidad se encuentra en uno mismo, en la seguridad de la propia existencia, siendo mi yo principio y fin, pues la religión se fundamenta en incertidumbres y la sociedad se construye sobre leyes y mecanismos cada vez más desconocidos para el ciudadano medio.
Meursault es un extranjero en su propia sociedad que no comprende la moral vacía de valores que la fundamenta. Sociedad que, en un acto de hipocresía, le juzga no por un crimen, sino por actitudes que no comparte con ella, siendo ésta quien le ha “producido” y “reproducido”, haciendo cada vez más común el desinterés de los ciudadanos hacia todo aquello que condiciona su propia existencia (leyes, política, economía, ciencias naturales, biológicas, médicas…).

Lo terrible es que, dado que cada vez es mayor el número de ciudadanos que desconoce su propia sociedad y que ni si quiera es consciente de ello, se ha normalizado la situación en la que unos pocos deciden por todos, al tiempo que nublan la consciencia de ese todos para poder seguir ostentando los puestos de poder, sin que nadie, si quiera, se sienta algo ofendido dada la costumbre a tener la cabeza agachada: Ni mamá ni yo esperábamos nada el uno del otro, ni de nadie por otra parte, […] ambos nos habíamos acostumbrado a nuestras vidas.

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