lunes, 6 de diciembre de 2010

Imán, Ramón J. Sender

Imán, Ramón J. Sender


Imán, de Ramón J. Sender, es una novela histórica ambientada en la Guerra de Marruecos. Los acontecimientos narrados acontecen, aproximadamente, entre 1921 y 1924. Entre ellos se describe en primera persona el conocido como Desastre de Annual, una debacle del ejército español que propició la caída del Gobierno en Madrid y puso en jaque la presencia colonial en el norte de África.

Imán tiene como protagonista principal a Viance, un joven de clase humilde que fue reclutado forzosamente para combatir en Marruecos. Nació en una familia campesina, no propietaria, que arrendaba la tierra a un terrateniente en la provincia de Huesca. Muchacho con aspiraciones, decidió marchar a la ciudad más cercana, Barbastro. Allí aprendió el oficio de herrero, medrando pronto gracias a su buen hacer. Debido a las malas cosechas y extrema escasez de medios, sus padres y su hermana morirán en el campo. Poco después Viance es llamado a filas.

Una vez en Marruecos combatirá como soldado raso de infantería. Testigo directo de la derrota de Annual, Viance huye en solitario tras el aniquilamiento de su batallón a manos de las tropas rebeldes del Riff. Su periplo en solitario a través de las líneas enemigas en busca de la zona española parece un camino sin fin. A medida que Viance avanza en su huída van cayendo sucesivamente las plazas españolas. Dar Dríus, Tistutin, Monte Arruit, Nador... En esta última ciudad cae preso de los rebeldes. No obstante, conseguirá escaparse y llegar sano y salvo a Melilla. 

Tras la interminable huída Viance no recibe el trato que esperaba al pisar de nuevo territorio nacional. Lejos de ser agasajado y recibir el cuidado necesario para recuperarse de sus heridas –lleva dos balazos y una mano rota-, es atendido fugazmente por el médico sin siquiera permitírsele pasar una noche en la cama del hospital. Para más inri será castigado con una sanción de dos años más sirviendo en la guerra por replicar al médico su bochornosa actitud.

Transcurrido más de un año, Viance sigue combatiendo en Marruecos. Esta vez se encuentra en un campamento del ejército desde el que parte hacia el frente. Esta vez el bando español sí ganará la batalla, consiguiendo tomar una colina rifeña a costa de las tropas rebeldes de Abd-el-Krim. Sin embargo, Viance no disfrutará tal victoria, pues volverá a ser sancionado por perder su fusil durante el combate. Seis meses más de infierno.

Finalmente Viance obtiene la licencia para volver a España. Pero se encuentra con un problema: después de cinco años en África ha perdido toda conexión con su realidad en España. Viance es libre para volver a su tierra, pero ya nadie le espera allí, no tiene ninguna motivación para continuar viviendo. Esta sensación se acentúa en el protagonista cuando comprueba de primera mano que su pueblo ha desaparecido debido a la construcción de un embalse justo en el mismo valle en el que antes se encontraba.


Imán, la primera novela de la exitosa carrera literaria de Ramón J. Sender, contiene en sus páginas una crítica mordaz hacia la guerra en general y hacia el ejército español en particular. Cuestiona valores como la Patria o el heroísmo y esclarece los verdaderos motivos de las guerras coloniales. “¿Sabes lo que es la Patria? No es más que las acciones del accionista”. Esta frase, puesta en boca de un soldado, se refiere a la necesidad de las empresas mineras españolas de mantener el control sobre San Juan de las Minas, región perteneciente al protectorado español en Marruecos, rica en yacimientos minerales. El Estado interviene así de forma directa para perpetuar la posición dominante de sus empresas sobre los recursos naturales de los territorios coloniales. Pese a que el libro fuera escrito hace 80 años, este tema es de rabiosa actualidad. Por ejemplo, la intervención norteamericana en Irak, que trataba de impedir que Saddam Hussein cediera la explotación de sus pozos petrolíferos a empresas no estadounidenses.

Sender pone de manifiesto las paupérrimas condiciones en que los soldados españoles se veían obligados a vivir durante su etapa de servicio. Ratas y piojos son cotidianos entre la soldadesca. Comida en malas condiciones, ropa y calzado deteriorados, escasez de munición y, lo que más sufrirá el protagonista de la novela: ínfimo abastecimiento de agua. La orina se convierte así en el líquido que llena la mayoría de cantimploras. Éstas, junto a la fallida estrategia militar, son las principales razones del Desastre de Annual.

El ejército español también está en el punto de mira por su corrupción. Mientras el grueso del ejército vive en las circunstancias antes mencionadas, los rangos superiores disfrutan de todo tipo de comodidades. A esta desigualdad material se une el dictatorial trato que tienen con los reclutas. Tanto es así que un personaje de la novela se llega a plantear cambiarse de bando: “Loco será el que vuelva a comenzar (el servicio) por su gusto. Allá -Melilla- paso hambre, frío, aguanto palos, no tengo un céntimo y estoy como en una cárcel. ¿Todo pa qué? La única herida que llevo me la hizo un oficial (español), y yo veo que entre los moros se ayudan y no hay tanta estrella y tanta carta. Todos son hombres y yo otro hombre más”. El abuso de autoridad, la brutalidad de los altos mandos con los soldados rasos sale a la luz una y otra vez en la novela. Es un ejército totalmente deshumanizado, capaz incluso de disparar contra sus propios efectivos sí éstos no muestran la valentía suficiente.

Además de la estructura jerárquica militar, también se pone en duda la efectividad de sus acciones. Por ejemplo, las tropas del regimiento de Viance son enviadas al frente a pie. Deben recorrer más de veinte kilómetros para, sin descanso alguno, comenzar inmediatamente a combatir. En este camino el protagonista se plantea lo siguiente: “con los 20 kilómetros que nos esperan llegaremos allí como peleles; obedeceremos ciegamente y el cansancio y esa fiebre especial del camino, la sed, el calor, harán que nadie se entere de que mueren hasta que se vea en el otro barrio. Merecen compasión los que van en camiones hasta el lugar de desplegar (el ataque) y llegan frescos y con sus energías morales intactas”. Por supuesto, el autor también plantea aquí el absurdo de la guerra. El envío masivo de hombres al combate cuyo destino será, muy probablemente, la muerte. Para que accedan a ello, a falta de una fe ciega en la defensa de la Patria, deben estar tan cansados que no puedan parar a plantearse por qué luchan.

Otra de las críticas que aparece en la obra está dirigida a la mentalidad española y occidental. En su huída de Annual, Viance topa con un viejo hispano-árabe con el que mantiene una profunda conversación. En ella el viejo comenta: “Yo no sé si soy español o no, pero estoy por los moros. Esto (la insurrección militar) lo han hecho los jóvenes de acá porque los viejos hacen el saludo militar a los cabos españoles. En cambio vosotros, los jóvenes españoles, os sometéis, ofrecéis lo mejor de vosotros mismos a cosas caducas, inútiles y malvadas”. Al final del texto, en una línea similar, Viance reflexiona en estos términos: “Ha recorrido España de punta a cabo. Ha visto llanuras, montañas, como en África, y, labradores altivos y taciturnos, como los moros. Igual, igual que allá. Pero, ¿por qué los de aquí son tan sumisos? ¿Basta el estrecho de Gibraltar, una “manga de agua”, para hacerlos cambiar de esa manera? Sus intuiciones son muy vagas. Lucha histórica del godo contra el africano. La aristocracia del Norte, confabulada con los judíos en un amasijo de catolicismo, contra el hermano de África, gemelo del español primitivo y hermano mayor del auténtico español moderno. El caso de España es el mismo que el de Marruecos. La aristocracia goda “corre a los moros” y busca títulos de grandeza, y en España corre a los españoles y busca títulos de la Deuda de acuerdo con los auténticos bárbaros del Norte.” Sender cuestiona aquí el colonialismo europeo, que ha maltratado al continente africano. Además, critica la sumisión española que, aunque pretenda actuar como el resto de potencias occidentales, no deja de ser una víctima más de la codicia del sistema. Un tema de suma actualidad éste. El autor habla de la búsqueda de títulos de Deuda, precisamente el mismo problema que acontece en la actualidad con los ataques especulativos a los países más vulnerables de la Unión Europea, entre ellos España. Constatamos así como la adquisición de bonos de Deuda ha sido y es -y lo seguirá siendo mientras el sistema actual perdure- un negocio rentable para aquellos que quieren obtener lucro económico jugando con el futuro de las personas que en esos países viven. Mientras los Estados sigan gastando lo que no tienen, y por tanto legando una cada vez mayor deuda a las generaciones posteriores, el negocio de la inversión en Deuda estatal seguirá siendo un muy apetitoso negocio. Y como dice Sender, continuará este juego de acuerdo con los auténticos bárbaros del Norte.

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