miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Casa de Bernarda Alba

La Casa de Bernarda Alba


Camuflado entre los edificios de la calle de Santa Isabel, nos encontramos con un pequeño teatro que pasa casi desapercibido para la multitud. En un modesto escaparate muestra a los interesados las obras que representa, ofreciendo un repertorio de clásicos para celebrar sus diez años de vida. Tras las puertas de cristal se atisba un recibidor muy cálido para que la espera no se haga tan pesada, en ella se respira el silencio propio de un teatro.
Treinta minutos antes del comienzo de la obra abre la recepción para que la gente pueda hacerse con sus entradas, que se pueden adquirir mediante una reserva por internet con un pequeño descuento o en el mismo momento por algo más. Diez minutos antes de comenzar, vamos con el pequeño gentío escaleras abajo, arropados por un pasillo con carteles colgados, mientras nos dan la bienvenida. Acostumbrados a grandes teatros plagados de gente, para aquellos que preferimos un ambiente más íntimo, Karpas es un teatro idílico cuya filosofía se basa en la pura interacción entre los actores, el público y el teatro puro. Apenas un palmo separa el escenario de la primera fila y la sala alberga no más de sesenta asientos, hecho sin ninguna duda para un público reducido.
Al comenzar la obra, los actores postrados ante uno mismo, juegan con las distancias cortas y las miradas, que si bien abruman al principio, no tardan en volverte y hacerte partícipe de todo lo que ocurre. La Andalucía de Federico García Lorca se dibuja nítida en un escenario en pleno centro de Madrid. Ocho actrices despliegan su magia que sobrevuela la sala e invade los rincones.
Bien es cierto que cuando se trata de clásicos da pánico pensar en qué puede convertirlo una mala adaptación, pues muchos pecan de un impulso innovador un tanto innecesario, encontrándonos con verdaderos despropósitos. Sin embargo, el texto íntegro hace su aparición estelar. Berarda Alba aúlla, impone su carácter y todo cobra vida. El público se estremece, ríe y llora entre las miradas cruzadas con las actrices, que hacen mutis por la misma puerta por la que entramos en un principio, dejando resonar sus pasos por toda la sala.
La desgracia se cierne vestida de verde y el despecho irrumpe como un puñal en el seno de la familia de Bernarda Alba, doliéndonos más a nosotros que a ellas mismas. Nos deshacemos en aplausos, ellas saludan agradecidas pero aún turbadas por la tragedia y se inclinan ante uno creando la sensación de que lo han representado únicamente para ti.

Al salir uno se va con la impresión de un dinero bien gastado y ese no sé qué de haber viajado a otro lugar por un par de horas. Nos despiden con un “¡Hasta pronto!” y abandonamos el idilio con muchas ganas de repetir la experiencia.




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