miércoles, 8 de diciembre de 2010

Sobre la definición de trabajador y matrimonio y un ejemplo práctico

Sobre la definición de trabajador y matrimonio y un ejemplo práctico

¿Por qué hablar de definiciones?. En ocasiones, debatiendo, me he encontrado con el argumento de que la definición exacta de tal o cuál palabra debe ser la que prevalezca sobre la realidad social.
Pues bien, hoy quería hablar sobre los significados de dos palabras: trabajador y matrimonio y exponer por qué en un caso deberíamos cambiar el significado y en el otro deberíamos cambiar la realidad.

El matrimonio:
Según lo define la Real Academia de la Lengua, el matrimonio es la “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”.
Como intuirá el lector, la crítica a este concepto viene por parte de la nueva realidad social: el matrimonio entre personas del mismo sexo. Uno de los argumentos que señalan los sectores conservadores de la sociedad es que el matrimonio entre personas del mismo sexo no debe llamarse matrimonio porque esta palabra se refiere sólo a la unión entre un hombre y una mujer. Además, se alega que el origen etimológico de matrimonio, del latín mater (madre) y munium (función de, cargo), impediría la aplicación de dicho término al caso señalado.
Pues bien, este es un ejemplo perfecto de por qué las palabras deben adecuarse a la nueva realidad social y no al revés. En este aspecto, suscribo completamente lo que señala ese personaje de L. Carroll que aparece en “Alicia a través del Espejo”, cuyo nombre es Humpty Dumpty: “Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.”. Lo que viene a señalar este fragmento es que somos las personas las que definimos la realidad, siendo las palabras una mera herramienta que permite transmitir a otros lo que percibimos. En base a este argumento, no hay inconveniente en emplear la palabra matrimonio a la unión entre dos personas del mismo sexo, máxime cuando el no permitirlo supone una clara discriminación hacia las personas homosexuales.

El trabajador:
La RAE define al trabajador de una forma muy genérica como sustantivo: “jornalero, obrero”. Por ello, me voy a referir al término “trabajador” según se recoge en el Estatuto de los Trabajadores: “La presente Ley será de aplicación a los trabajadores que voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o empresario.” Es decir: trabajador es la persona que voluntariamente intercambia trabajo por dinero a un empresario.
Con respecto a este concepto, opino que la realidad debería cambiarse para adecuarse a la definición actual del mismo, no al significado original (sólo recordar que el origen etimológico de “trabajo” es tripalium que era una suerte de tortura...). El énfasis estaría en la cualidad de voluntariado del trabajo. Es decir, el trabajador intercambia VOLUNTARIAMENTE trabajo por dinero. Es en este punto donde aparece el conflicto: ¿hasta qué punto somos realmente libres para trabajar?. Para defender mi argumento, me acojo a lo propuesto por C. Offe* cuando señala que el mercado de trabajo no puede ser considerado como tal debido a diferencias cualitativas ente una mercancía y un trabajador (principalmente, que una mercancía puede almacenarse sin que genere gasto, pero un trabajador necesita comer todos los días). Debido a que un trabajador no puede posponer su manutención, existe una constricción que obliga al ser humano a trabajar, al menos, para asegurar su subsistencia.
En el modelo de sociedad actual, donde todo, incluso la subsistencia, queda sometido a la lógica del libre mercado, el trabajador, en vista a lo señalado, no tiene libertad para decidir si trabajar o no o en qué actividad trabajar. Es decir, el trabajador está obligado a subsistir vendiendo su fuerza de trabajo a una tercera persona de la cuál depende, en último término, su supervivencia.
Por tanto, y refiriéndome al hilo de esta entrada de blog, este es un caso en el que la realidad debería adaptarse al concepto (por ejemplo, haciendo que la subsistencia no dependa del mercado de consumo) haciendo que el trabajador realmente ofreciese su trabajo de forma voluntaria.

El ejemplo práctico:
La última cuestión a la que quería referirme trata sobre cómo se está usando en la actualidad el lenguaje para cambiar el significado de los términos relacionados con la reivindicación de derechos laborales, como pueden ser “huelga” o “sindicalista”. Es decir: he aquí un ejemplo de cómo se intenta cambiar una realidad social intentando alterar un concepto.
Actualmente, cuando algún colectivo con cierto poder de presión ha reivindicado sus derechos (como los trabajadores del Metro de Madrid o, recientemente, los controladores aéreos) se ha cambiado el discurso con el fin de reinterpretar la realidad. Con estos dos colectivos en concreto, hemos oído cómo se referían a ellos como “secuestradores” que impedían la libre circulación de los ciudadanos por el territorio nacional e internacional. En este aspecto, sólo señalar cómo se ha ido criminalizando a una serie de colectivos de trabajadores que conservaban cierta capacidad de ejercer presión ante los representantes del capital. Más allá de quienes tengan o dejen de tener la razón, valga como ejemplo el cómo se aplican adjetivos de un ámbito a personas de otro con el fin de que el colectivo afectado adquiera la condición del ámbito denostado (en este caso, convertir a gente que reivindica sus derechos en criminales). En último término, se busca cambiar una realidad social (trabajadores reivindicando derechos) a otra (reivindicar derechos es un crimen) a base de intentar alterar el significado de las palabras (“huelga” pasaría a significar “secuestro”).

En Conclusión:

¿En base a qué es conveniente cambiar el significado de una palabra o una práctica social?. Como respuesta ofrezco lo siguiente: aplicar siempre el criterio que conceda un mayor grado de libertad. Así, en el caso del matrimonio, la realidad social es menos restrictiva que el concepto, por lo que éste debe cambiar y adecuarse a los nuevos usos y costumbres. Por otro lado, en el caso de trabajador, la realidad es más restrictiva que el concepto actual (el de intercambio voluntario de trabajo por dinero, no el de tripalium...) por lo que sería conveniente realizar cambios en la sociedad orientados a desvincular la subsistencia del consumo con el fin de que dicho intercambio de trabajo por dinero sea realmente voluntario (o, en tono irónico, dejar de emplear el término trabajador y usar uno más adecuado a la realidad: esclavo).

* Scribd [sitio web]. Estados Unidos: Scribd Inc. Claus Offe: “¿Pleno empleo? Para la crítica de un problema mal planteado” [acceso 04 de octubre de 2010]. Disponible en: http://www.scribd.com/doc/31241422/Offe-Clauss-Pleno-Empleo

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